Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
A principios de 1946, un matrimonio proveniente de Dinamarca llegó a la provincia. Eran rubios y llamaban la atención porque, pese a pertenecer a una familia adinerada, se instalaron en un establecimiento en una zona de esteros del Interior de la provincia. Él era abogado de profesión, pero su verdadera pasión estaba en el estudio de las plantas y los animales. Ella, su gran compañera, lo ayudaba en la administración de sus tierras y en el resguardo de sus hallazgos. Eran Troels Myndel Pedersen y Nina Sinding, y con el correr de los años se convertirían en la pareja que le regaló a Corrientes su primer Parque Nacional.
La llegada de los Pedersen le dio un giro a la historia de la preservación natural regional. Don Troels quedó a cargo de los establecimientos Santa Teresa y Santa María que se encontraban en el departamento de Mburucuyá y fueron propiedad de su padre. Las tierras tenían una extensión de 17.500 hectáreas y estaban destinadas al desarrollo de la agricultura y la ganadería. Sin embargo, el caballero danés y su esposa compartían una idea que en ese entonces sonaba revolucionaria: unificar la producción agropecuaria con la conservación de la biodiversidad de los campos correntinos.
Esa visión lo llevó a discutir muchas veces con sus capataces, porque el danés se negaba a que ellos quitaran las palmeras de Yatay que colmaban sus tierras. Pero, al mismo tiempo, fue por eso que decidió retomar sus estudios autodidactas en botánica, para poder mostrarles a sus trabajadores y a la comunidad, el valor que tiene la flora local para un desarrollo productivo amigable con la biodiversidad.
INCANSABLE
Ese fue para don Troels un camino que siguió hasta sus últimos días. Llegó a registrar y clasificar miles de especies vegetales y fue todavía más allá porque también evidenció animales cuya existencia era desconocida hasta que él les puso un nombre.
En el artículo El botánico danés que «hizo patria» en Argentina, el ingeniero Eduardo Haene explicó que, para llevar adelante este monumental trabajo, don Troels realizó incontables viajes hacia el Interior de la provincia, pero también en la región y hasta en países limítrofes. Fue con el paso de los años y en vistas a que no paraba de recolectar información que, junto a Nina decidieron convertir la estancia en un centro de estudios en el que, además de instalar un herbario con miles de ejemplares, también dispuso una biblioteca especializada en el estudio de las plantas.
Después de eso y ya con muchos reconocimientos por su incalculable trabajo, hacia 1988, la pareja anunció la que iba a ser una de sus mayores obras de preservación. Ambos informaron que decidieron donar sus campos para que fueran convertidos en el Parque Nacional Mburucuyá.
La respuesta oficial se demoró dos años y un par más para que se efectivice, pero don Troels y Nina siguieron viviendo allí y cuidando el patrimonio natural por sus propios medios.
Lamentablemente, el caballero danés murió en el 2000, meses antes de dictarse la ley que formalizaba la creación del parque. Pero Nina llegó a ver su gran sueño concretado. Como lo hizo a lo largo de su vida, ella se ocupó de administrar el legado de su esposo.
Ella volvió a Dinamarca, donde falleció en 2015. No tuvieron hijos, pero aún así, decidieron regalar para la posteridad el trabajo de sus vidas en las tierras correntinas que tanto supieron amar.