Belén Guevara (34) y Justo Ocampo (32) eran amigos en su ciudad natal, Curuzú Cuatiá, y se volvieron a cruzar en Buenos Aires, ambos viviendo en la Capital y trabajando en moda para diferentes diseñadores, relató la revista GENTE en su artículo «De Corrientes a las estrellas».
Justo trabajó freelance confeccionando accesorios para Benito Fernández; también hizo utilería y vidrieras para marcas como Class Life y Las Oreiro, mientras cursaba Diseño Industrial en la facultad. Por su parte, «Bely» también trabajó para otros diseñadores, y tras un viaje a Sudáfrica convocó a Justo para dar comienzo a un proyecto propio: Guevara Ocampo.
Con la celebración de la boda de Stefi Roitman y Ricky Montaner, los ojos volvieron a centrarse en la marca fundada por los curuzucuateños. La revista CARAS comenzó su reseña del diseñador Justo Ocampo, que con Stefi definió los detalles del vestido, diciendo que Curuzú Cuatiá significa -en guaraní- “cruce de caminos”. Ese cruzar caminos, para un provinciano, se da desde el momento en que deja el hogar para ir a la gran ciudad a estudiar y formarse para el futuro. Ese cruzar caminos fue lo que hizo Justo Ocampo cuando dejo su ciudad natal, para ir en busca de su gran sueño: ser diseñador.
Con años de experiencia y su marca totalmente asentada, fue el hombre detrás de la creación de ensueño que llevó Stefi Roitman para dar el “sí”. Junto a su colega e íntima amiga, Bely Guevara, son referentes de la moda argentina, creador de piezas icónicas que mezclan lo tradicional con lo disruptivo. Imágenes, colores y texturas son su marca registrada.
“Voy del Gauchito Gil a Lali Espósito, de la novia más clásica al vestido más experimental, el abanico de propuestas siempre está creciendo. Me gusta combinar lo nuevo con lo viejo, siguiendo ninguna regla. El proceso creativo nunca es igual, por eso cada vestido es una pieza única”, dijo el diseñador.
Sobre el vestido de Stefi Roitman reveló que el proceso de trabajo fue de a dos y muy nutritivo para ambos ya que salieron de su zona de confort para ir por algo clásico, pero con cierta modernidad. Fue realizado en micado y contaba con una falda plato con una gran cola. La parte superior era un corset con mangas desmontables y el velo fue realizado en tul con una puntilla de encaje rebrodé aplicado a mano. “En esa apuesta, por una imagen bien clásica, nos parecía que estaba lo moderno y disruptivo”, agregó.
El vestido de los sueños de Stefi fue un mágico “cruce de caminos” para el chico que en su Curuzú Cuatiá natal soñaba con vestir a las mujeres más lindas y poner su sello en lo más alto. Y vaya que lo ha logrado.
FUENTES: Revistas Gente y Caras