Por el Padre Horacio Da Silva*
Aasesor de Medios de Comunicación
del Arzobispado.
Hermanos:
«Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía» (Salmo 133, 1).
Por ello: «Instruye al niño en el camino correcto, y aúnen su vejez no lo abandonará» (Proverbios 22, 6).
Entonces: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así por medio de ella, crecerán en su salvación» (Pedro 2, 2).
Se está transitando un mes largo y difícil en tiempo; pero fructífero, lleno de buenos momentos, acontecimientos y acciones.
Octubre, nos recuerda el peregrinar de Jesús en la Tierra y su vida eterna en el Instrumento de salvación de la mano de María Santa Madre a través del rezo del Santo Rosario; su significado real de salvación «es la oración del Pueblo de Dios, es la síntesis de todo el Evangelio, es la oración más querida por María. Reza el Rosario y encuentra paz, alegría y esperanza para tu vida. Familia que reza unida, permanece unida».
Así nos dice la Palabra Santa, que nos ha demostrado a través de María, José y Jesús el valor y significado de «Familia», con el respeto y en lo sagrado.
Realmente… ¿Se cumple con el sentido total de la palabra?
¿Por qué si la familia, además de estar unida por sangre, el amor, tener un linaje y descendencia, sus vínculos se rompen?
Si las uniones de las partes están para ser un todo y completar partes faltantes de ese todo ¿Por qué cada vez hay más porciones aisladas y separadas?
¿Por qué querer ser islas solitarias y alejadas, donde tal vez las barcas perdidas y olvidadas anclen en un punto sin retorno, donde no se encuentre el camino de regreso?
¿No es acaso reconfortante ser habitante de un paraíso donde fluye el agua, se percibe el aire, se pisa la tierra y se siente el calor del fuego, que nos dice acá está tu refugio, tu familia?
¿En qué momento se dejó de pensar, de comprender y de entender los designios del Dios Todopoderoso?
La razón nos conduce al discernimiento ratificando los hechos y la fe a la búsqueda interna en todos y en cada uno ¿Por qué se desperdicia y desprecia las gracias de Dios?
Son los hombres de una sociedad actual y revolucionada que no se detiene; olvida y pierde los valores de la Familia y en ella la figura más importante como lo es: «la Madre» ¿Acaso Jesús no amó por sobre todas las cosas a su Madre y Ésta no hizo lo mismo con su Hijo?
Los hijos, adolescentes y jóvenes y en este tiempo actual aún más, están desprovistos de ese cúmulo de valores y virtudes, donde se aferran a la muerte temprana y buscando refugio en un lugar oscuro y sin salida como lo es el alcohol y la droga. ¿En qué momento perdieron el rumbo? No saben de respeto, cariño ni amor. ¿Si todo es mutuo, un dar y un recibir, no hay quién enseñe y quién aprenda?
¿Cuál es el punto de partida o el inicio para cambiar el rumbo que lleva a la deriva?
¿La vida se transformó en un desandar de situaciones límites?
Pensar en soluciones… ¿Las habrá?
Está escrito: El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre (Proverbios 10, 1).
No hay secretos; pero tampoco escuela donde se enseñe a ser padres ni hijos, sólo un lugar magnífico que potencia todo el transitar: la familia.
Por lo tanto:
¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡Yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes (Isaías 49, 15-16).
» Jamás».
Es palabra de Dios.
* Párroco de la localidad
de San Roque.
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