A principios del siglo pasado dos mujeres fueron asesinadas en Corrientes. La mayor, se llamaba Secundina Duarte, y la menor era su hija de apenas quince. El femicida fue alguien al que conocían muy bien: el esposo de la mujer y padre de la adolescente. Pese a la conmoción, este crimen hizo surgir una creencia popular que se extendió por varios años en la ciudad y que, sin embargo, fue barrido por el avance de la urbanización. Los registros los mencionan como el culto a La Degolladita y esta es la reconstrucción de su historia.
El Diccionario Folklórico Argentino, de Félix y Susana Coluccio, dice de este terrible hecho de violencia de género: «En la ciudad de Corrientes existían hasta hace unos cuarenta años aproximadamente, sobre la avenida Ferré, orillando un pequeño canal, dos cruces de hierro forjado, semejantes a las que se ven en los cementerios del interior del país. Esas cruces fueron puestas por ‘almas piadosas’ en recuerdo de Doña Secundina Duarte y su joven hija, de alrededor de quince años, ambas degolladas por el esposo y padre, al comprobar la infidelidad de la primera».
Esos son los únicos datos que se tienen sobre la madre e hija asesinadas. El crimen tuvo lugar en lo que hoy sería el cruce entre las avenidas Ferré y Artigas, lugar que hace cien años era muy distinto a lo que se conoce hoy. Según los documentos de la época, en ese sector pasaba el arroyo Manantiales, que fue entubado hacia el año 1951 para seguir con las obras de modernización y expansión de la Capital. Fue durante esos trabajos que ambas cruces, último vestigio de la vida de Secundina y su hija, fueron quitadas del lugar, poniéndole fin al culto.
«Durante mucho tiempo las cruces permanecieron en el lugar y se enfloraban casi a diario. Hubo placas recordatorias, encendido de velas y desfiles permanentes de devotos, quienes oraban y pedían la intervención de las ‘degolladitas'», agrega al respecto el mencionado diccionario.
DEVOCIÓN PAGANA
El hecho de que existan tan pocos registros sobre estas dos mujeres, no fue un motivo suficiente para frenar la devoción que despertaron en la gente. Según se decía, los más devotos eran los estudiantes puesto que se creía que la más joven de ambas víctimas también lo era cuando su padre le quitó la vida. Los testimonios de los habitantes más antiguos de esa zona afirmaban que ambas santitas les cumplían los favores que les pedían y que por eso eran tan populares.
La iglesia no las reconoció nunca y por eso esta adoración fue considerada pagana, pese a que el símbolo de ambas mujeres eran las cruces. También se dice que en ese entonces, la orden de barrer con el culto provino de ahí.
Lo cierto es que hay versiones distintas sobre lo que se cree que pasó con las dos cruces de hierro que las recordaban. Una dice que fueron destruidas durante las obras para emplazar la avenida en el lugar.
Pero hay otra que afirma todo lo contrario. Es la que sostiene que los adoradores de La Degolladita no iban a permitir tan fácilmente que se borren sus historias.
En el grupo que rescata estas historias de la ciudad, Corrientes del Ayer, una de las participantes, afirmó hace unos años cuál habría sido el destino de los hierros forjados. «Las llevó una familia antes de que la Iglesia las haga desaparecer. Hoy se encuentran en una casa de Villa Basura, entrando por uno de los pasillos por calle Rivadavia», aseguró.
También señaló que los actuales guardianes de las cruces no dejan que muchas personas se acerquen para adoralas. Aunque no se explica el motivo.
De los restos mortales de Secundina y su hija, tampoco hay muchas certezas. Sin embargo, los vecinos del lugar en el que murieron aseguran que todavía están enterradas en el mismo lugar en donde el hombre les dio muerte. Esto también suscitó la creencia de que hay noches en que se las puede ver. «Molestan a algunas personas», aseguran en el grupo de Facebook.
El caso de La Degolladita y la devoción que despertaron las mujeres, es otra muestra de una práctica muy arraigada en la provincia, la de rendirle respetos a las personas fallecidas. Más todavía, cuando se trataba de gente que murió a causa de algún hecho violento. Es lo que ocurre con la mayoría de los santos populares. En este caso, sirvió para mantener vivo el recuerdo de una madre y su hija que sufrieron la violencia de manos de un hombre. Y aunque no se sepa si el femicida pagó por ambos crímenes, la cultura popular al no borrarlas de la historia, hizo algo de justicia para ellas.
Modernización que se llevó historias
Lo que hoy es el cruce de las avenidas Ferré y Artigas de la Capital, hace mucho tiempo fue un pequeño paraje por el que pasaba un arroyo. En una de las orillas, un hombre mató a su esposa y a su hija. La creencia dice que los cuerpos de ambas descansan allí, en el mismo lugar en donde una vez les llevaron velas, flores y les iban a pedir favores. Las obras del entubamiento arrasaron con el pequeño altar, pero la fe sostuvo por mucho más tiempo el recuerdo de la violencia que les arrebató la vida.
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