La ciudad de Corrientes y Mercedes celebraron ayer la festividad de su patrona jurada, la Virgen de la Merced y la festividad central, que contó con una multitudinaria procesión y una misa, estuvo encabezada por el arzobispo Andrés Stanovnik.
Pese al sofocante calor, miles de personas marcharon por las calles del centro capitalino acompañado la imagen de la Virgen en una procesión que terminó en su Iglesia, ubicada en la esquina de 25 de Mayo y Buenos Aires, donde se realizó la misa que tuvo como momento central la homilía del Arzobispo.
En su mensaje, Stanovnik destacó que «merced», quiere decir «misericordia, perdón, gracia, es decir algo que se recibe gratuitamente, algo que no se merece, que no se consigue a cambio de otra cosa, un obsequio inesperado que sorprende, inquieta y desinstala». Por ello, advirtió que «si no entramos por el camino de la merced vamos a terminar mal».
Luego, recordó un hecho ocurrido hace dos años, cuando se le colocó «el bastón de mando a nuestra imagen de la Merced», y sobre esa situación planteó: «Restituir el bastón de mando en las manos de Nuestra Señora de la Merced, es declararla conductora de un pueblo que busca su libertad, y reconocerla como maestra que nos enseña a conciliar el amor a Dios y a la Patria, a ejercer el poder como servicio, y a brindarse por entero a la construcción de una Patria para todos. En eso consiste el bastón que tiene en sus manos».
Refiriéndose al bastón y haciendo referencia a los gobernadores, el Arzobispo señaló: «La lógica de ese bastón no es la guerra, sino la paz; no es la conquista, sino la fraternidad, que se construyen en el espíritu de la merced, de darse gratuitamente, de ofrecerse en sacrificio para que el otro viva».
Luego, subrayó: «Recrear hoy el mandato del amor, que nos deja el mensaje de la advocación de Nuestra Señora, es estar dispuesto a respetar la propia dignidad y la de los otros, la de todos sin excepción; es estar resuelto a escuchar con paciencia, mucha paciencia, a todos; ser tolerante y firme a la vez con aquellos, que entienden la convivencia social como una resultante necesaria de conflictos y no de acuerdos; y tener la convicción sólida de que todos tenemos algo que aportar, para que nuestro caminar juntos sea más humano, más fraterno y más solidario».
Para finalizar, resaltó a la «merced» como un «mandato de convertirnos diariamente en obsequio para nuestros hermanos y hermanas, en nuestra vida cotidiana, en nuestro trabajo, y en los servicios que prestamos en las diversas áreas de nuestra convivencia ciudadana, suplicando que nos abra más el corazón y nos enseñe a tratarnos unos a otros con el amor y la paciencia, que distingue a todo aquel que se considere una persona de bien, justa, fraterna y solidaria con todos».
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