La ciudad de Curuzú Cuatiá se prepara para celebrar con fervor y gratitud una tradición que trasciende generaciones, como es el legado de su fe en Nuestra Señora del Pilar. La festividad será el próximo sábado 12 de octubre.
Rumbo a esta fecha que busca reforzar los lazos de fraternidad y la identidad de la comunidad, se inició el jueves 3, la Novena que se extenderá hasta el viernes 11, con misas diarias, previo rezo del Rosario a las 19, en el templo parroquial. Cada día se reflexiona sobre un tema en especial, bajo el lema Queremos ser Iglesia Sencilla y Ministerial.
EL LIBERTADOR pudo saber que la procesión y misa de la jornada central de festejos estará encabezada por el obispo diocesano, Adolfo Canecín, el sábado 12.
DE INTERÉS
LEGISLATIVO
La Cámara de Diputados de Corrientes, declaró de Interés «los actos y solemnidades litúrgicas» reconociendo el valor histórico y espiritual de la festividad, así como la importancia de preservar y fomentar las tradiciones.
Tal como lo destacó el diputado Edgar Egui Benítez, estas celebraciones «evidencian la profunda devoción religiosa» que acompaña a la ciudad desde su fundación, fortaleciendo el sentido de pertenencia de sus ciudadanos.
HISTORIA DE
FE Y DEVOCIÓN
La devoción a Nuestra Señora del Pilar se remonta a los orígenes mismos de la ciudad. En el año 1790, un grupo de vecinos solicitó al Cabildo de Corrientes la creación de una pequeña villa que sería colocada bajo el amparo de la Virgen del Pilar, patrona de la hispanidad. Para este propósito, fue traída desde San Roque una imagen de madera que, inicialmente, fue venerada en una capilla donada por uno de los vecinos de la comunidad.
Manuel Belgrano, quien pasó por el lugar en noviembre de 1810 rumbo al Paraguay, decidió fundar oficialmente el pueblo de Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá, designando a la Virgen como la protectora espiritual de la población. Desde entonces, la imagen sagrada acompañó a los fieles en los momentos más importantes de su historia.
Sin embargo, la comunidad enfrentaría una prueba en 1826 cuando la capilla que albergaba la imagen original de la Virgen se incendia, lo que llevó a la construcción de un nuevo templo en 1890. En ese momento, una nueva imagen fue colocada en el altar mayor, mientras que la histórica fue trasladada al campo, ante la creencia de que no podían coexistir dos imágenes de María en el mismo lugar sagrado.
A principios del siglo XX, la imagen original fue renovada y la que actualmente se encuentra en el retablo mayor del templo fue coronada en 1958 por el Obispo como patrona jurada de Curuzú Cuatiá. Ya en la década de 1980, la imagen histórica regresó a su lugar en el Templo Madre de la ciudad, donde permanece en su camarín, quedando expuesta sólo en las grandes fiestas religiosas.
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