Los carpinchos en el Nordelta fueron trending topic en el país, causando un revuelo que contrasta con la simpática relación que suelen tener con los turistas de los Esteros del Iberá, quienes se admiran cuando los ven pasar por los senderos rurales y los campings, como lo demostró un video compartido a través de las redes sociales del Parque en febrero.
La coordinadora del proyecto Iberá de conservación de fauna, Talía Zamboni, ofreció un análisis biológico sobre lo ocurrido para la Revista Lugares de La Nación, en el que explicó “la proliferación de carpinchos en Nordelta es un ejemplo del desequilibrio generado en un ambiente natural por la urbanización”. También comentó que hablar de una “invasión de carpinchos” no sería lo adecuado, “ya que es una especie que era propia de ese ambiente: no que haya ingresado de manera forzosa”.
“Nordelta es un emprendimiento inmobiliario que avanzó sobre un humedal natural. Para evitar este conflicto, habría que haber tomado acciones previas tendientes a una planificación urbana de manera sustentable. Considerando que las edificaciones ya están y que hay personas viviendo allí, sería importante que sus habitantes comprendan que se encuentran en un ambiente que ha sido degradado, pero que continúa teniendo componentes del ecosistema original, como los carpinchos”, precisó.
CONVIVENCIA POSIBLE
Zamboni es bióloga, hizo un master en Vida Silvestre en Costa Rica, integra la Fundación Rewilding Argentina y es experta en el manejo de fauna nativa de los Esteros del Iberá y El Impenetrable. «Nadie cuida lo que no ama, ni nadie ama lo que no conoce», es premisa de muchos ambientalistas, y cumpliendo con esta, compartió algunos datos sobre los carpinchos, así como una explicación de su nombre. Hydrochoerus hydrochaeris es el nombre científico del carpincho, viene del griego y en castellano significa “cerdo de agua”, pero en guaraní es llamado “capibara”, que hace referencia a “comedor de hierbas”.
Además, hizo un relato sobre sus experiencias de convivencia de carpinchos en zonas habitadas por humanos. “Viví durante dos años en un casco de estancia que forma parte del Parque Iberá y era habitual que las familias de carpinchos durmieran o merodearan las casas, e incluso durmieran en las galerías. Se convive perfectamente con la especie, con sencillos hábitos diarios, como conducir a bajas velocidades. Incluso en sitios donde podían afectar las huertas o flores, o para evitar que ingresaran a la pileta, se colocaban boyeros que aprendían a respetar rápidamente y que no les ocasionaban daño”, describió.
Y añadió otro ejemplo similar en el pueblo sudafricano St Lucia, en la provincia de KwaZulu-Natal. “Fue establecido sobre un humedal de gran extensión, como Nordelta, y en lugar de carpinchos tenía hipopótamos. Ahí los habitantes lograron una convivencia armónica con la especie, que se ha transformado en un ícono y una peculiaridad atractiva para los turistas”, comentó.
“Existe una gran variedad de literatura y especialistas en el manejo de especies silvestres en ambientes urbanos. Hay muchos ejemplos de urbanizaciones que coexisten con especies como mapaches, zorros, osos o alces. Para esto hay que entender a la especie, sus requerimientos y hábitos. Y así como la naturaleza ha tenido que adaptarse a nuestra llegada, debemos buscar la forma de convivir y respetar aquellas especies que han logrado sobrevivir a nuestro avance, volviendo a conectarnos con ella, de la cual también somos parte”, remarcó.
Fuente: Revista Lugares, La Nación.