El arquitecto, docente de la Universidad Nacional del Nordeste e investigador Carlos Gómez Sierra, en diálogo con EL LIBERTADOR analizó la profunda e ineludible relación que tiene la provincia con sus ríos, esteros y lagunas. Lo hizo desde una visión en la que entrelazó historia, poesía y urbanismo. De esta forma describió cómo el agua es el corazón de nuestra cultura, identidad y también el futuro.
Corrientes no es tierra firme. Tampoco es sólo agua. Es una condición ambigua, un «tren casi fluvial» como lo describió el poeta Francisco Madariaga. Esta imagen, cargada de belleza y misterio, sirve como punto de partida para el arquitecto Carlos Gómez Sierra, quien propuso una nueva mirada para comprender la compleja identidad de la provincia.
«Es como la experiencia estética que describía Borges: la inminencia de una revelación que no se produce», explicó Sierra, sugiriendo que siempre hay algo más por descubrir en este paisaje.
En su análisis, Sierra, docente, arquitecto, investigador de la Universidad Nacional del Nordeste y titular de Consultora Urbana, describió a Corrientes como un «archipiélago persistente».
Habitamos una provincia donde en épocas normales casi el 40 por ciento de su superficie está cubierta por agua -la mayor del país-, y que en períodos de lluvias intensas ha llegado a casi el 60 por ciento. Incluso en sequías extremas, el agua sigue presente, condicionando la vida y el paisaje.
Esta omnipresencia del agua convierte a muchas localidades, como Concepción del Yaguareté Corá, Goya o Mburucuyá, en «verdaderas islas interiores», cascos urbanos completamente rodeados por esteros, bañados o cauces de inundación.
Esta geografía, marcada por una hidrografía laberíntica, modeló históricamente no solo el territorio sino también a su gente, forjando una «fuerte identidad fluvial». Es una cultura del agua tan arraigada que, como relata Sierra, es común encontrar correntinos trabajando en tripulaciones de barcos en el sur del país, en contacto con el agua, pero casi nunca en la minería.
DESAFÍOS
La Capital provincial nació en 1588 en un punto estratégico del Paraná, y desde entonces el río ha sido inseparable de su desarrollo económico, social y cultural. Fue cuna de astilleros navales en el siglo XIX y hoy su costanera es el espacio público por excelencia, un lugar con una calidad paisajística excepcional reconocida a nivel nacional e internacional. «Cuando andamos por la ciudad estamos rodeados de edificios. En la costanera, las visuales se amplían y eso tiene un efecto psicológico importantísimo», destacó el arquitecto.
Sin embargo, esta relación simbiótica no está exenta de desafíos. Al respecto, Sierra planteó: «No es lo que el río nos hace, sino qué hacemos nosotros para tener problemas con el río». De esta forma abogó por abandonar la vieja idea de «dominar a la naturaleza» y buscar un equilibrio, especialmente ante la presencia del cambio climático.
Los efectos ya se sienten en la ciudad, que se transforma en una «isla de calor» durante los veranos cada vez más tórridos. En este escenario, el río actúa como un regulador climático fundamental, un factor que ya se consideraba en el siglo XVI al trazar las calles de norte a sur para aprovechar la brisa fresca del Paraná, señaló el arquitecto.
AMBIENTE
El futuro de Corrientes no sólo depende del río, sino de cómo la ciudad gestione su crecimiento en relación con todo su sistema hídrico, incluyendo las lagunas y humedales del este. Sierra advirtió sobre el peligro de alterar estos ecosistemas, que actúan como «esponjas urbanas» al regular el agua y evitar inundaciones. «Cualquier modificación tiene un impacto directo y negativo. El verdadero problema está en qué hacemos con nuestra ciudad», subrayó.
Frente a este hecho, destacó los esfuerzos por compatibilizar la expansión urbana con la preservación ambiental, y dio como ejemplo la nueva planta de tratamiento de líquidos cloacales, a la que describió como «un paso fundamental para reducir la contaminación».
Para Sierra, el camino a seguir es claro y requiere un compromiso colectivo. «No hay que esperar a que la sociedad cambie. Tiene que estar dirigido por nuestros representantes, pero también involucra a cámaras empresariales, a la Universidad y a una cultura doméstica responsable», concluyó.