Un equipo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) Corrientes puso en números el enorme impacto que generó la prolongada sequía en la cría de ganado vacuno en los establecimientos del Sur de la provincia de Corrientes. Menor producción de carne, mayor mortandad y menor preñez fueron algunos de los problemas generados por un fenómeno natural cuyo impacto, advirtieron, se prolongará dos años más.
La merma en las lluvias comenzó en 2020, con una caída de 279 milímetros anuales, se acentuó en el siguiente período con 376 milímetros menos y en 2022 precipitaron 839 milímetros menos del promedio anual.
El trabajo de Luis Rivero, Hernán Preisz y Mauricio Beccaria, de la Estación Experimental Curuzú Cuatiá, y publicado por Clarín, se centró en dos establecimientos caracterizados por su alta productividad ganadera y buen manejo técnico de los rodeos bovino y ovino. Se trata de campos con pasturas naturales que son compartidos por vacas y ovejas.
El estudio reveló que la producción histórica de pastos en esas estancias fue de casi 5.000 kilos por hectárea, produciéndose una reducción del 40 por ciento a causa de la falta de precipitaciones. Esa merma en la oferta alimenticia para el ganado generó una caída en la producción de kilos de carne por hectárea por año. En esos establecimientos se había logrado un récord de 95,55 kilos por hectárea/año en el período 2018/2019 si se toma la producción combinada de ovinos y vacunos. Cuatro años después, con la sequía cayó a 71,82 kilos. Y si se toma sólo la producción vacuna, la caída es aún mayor, ya que pasó de 67,19 kilos a 40,94 kilos por hectárea por año.
El primer paso de los productores fue bajar la carga de animales sobre los campos, pasando de 236 a 204 kilos por hectárea. Otro efecto que notaron los productores fue una caída en la preñez, que pasó del 78,1 por ciento de los vientres a 70,7 por ciento. Y las vacas ingresaron al servicio con una menor condición corporal. Los técnicos dijeron que esa baja es histórica.
En el período 2022/2023 la producción de terneros cayó un 14 por ciento respecto del bienio anterior. Además, el peso promedio de los terneros destetados a los siete meses bajó de 172 a 130 kilos. Algo similar ocurrió con las vacas, que tuvieron una significativa merma en el peso: de 479 kilos promedio a 377.
A valores actuales, la pérdida para el productor (1.200 pesos el kilo vivo) es de 50.400 pesos por cada ternero vendido. A eso debe sumarse que gastó más en el año para mantener el estado de la hacienda con la compra de balanceados.
Los establecimientos en los que se analizó el efecto de la sequía también tuvieron que desprenderse de una mayor cantidad de vientres en la media que se reducía la oferta de alimentos. De 250 cabezas anuales se pasó a 526 en 2021/2022. El incremento fue aún mayor en el actual período, con la salida de 1.084 madres, para bajar la carga en los campos, que tuvo una reducción del 23 por ciento en los dos últimos años. Estas ventas también derivaron en la menor parición.
Al analizar los datos de la mortandad en el rodeo, el impacto de la sequía extrema también fue notable. De un promedio de 1,5 o 2 por ciento se pasó a 7,23 por ciento.
El equipo del organismo, en Curuzú Cuatiá que realizó el estudio del impacto de la sequía señaló que en la zona la sequía ya se superó y ahora los productores deben lidiar con un exceso hídrico. Las intensas lluvias trajeron un buen rebrote de los pastos naturales, lo cual derivó en la recuperación de las vacas, pero advirtieron que la preñez aún se va a mantener un 25 o 30 por ciento por debajo del promedio. Y también la producción de terneros se verá reducida en los próximos dos años.
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