Diego Petruszynski es lo que se podría definir como un «influencer del mate» en redes sociales y, en este día que la infusión predilecta de los argentinos es homenajeada en todo el territorio nacional, habló con EL LIBERTADOR sobre la importancia de educar sobre la yerba mate, un cultivo que es exclusivo de esta región del mundo, y cómo este ritual moldea las maneras de relacionarse en una sociedad que la consume y hace parte de su cotidianidad.
Para hablar del mate, fue necesario ir al origen, pero no de la yerba mate: sino cómo surgió su afición. «Empezó bastante tarde, cuando ya era estudiante universitario», comenzó, para sorpresa de quienes lo conocen por sus consejos e historias en redes sociales a través de los que comparte sus saberes. «Lejos de casa y la familia, quise empezar a reconstruir algunos rituales. Preparar el mate solo, que como dice Casciari, es el momento que te haces grande», contó.
«Soy oriundo de la costa del río Uruguay, de la ciudad de Alvear, y mi papá es misionero. El mate siempre estuvo presente, pero nunca le había prestado mucha atención como algo particular de nuestra identidad argentina y litoraleña estando cerca de la zona productora de yerba. Solo en esta parte del mundo de tierra colorada se produce yerba mate», destacó.
Al residir en la Capital correntina, se dio cuenta que la yerba mate aposteleña que estaba acostumbrado a consumir en su pueblo natal, no llegaba a las góndolas locales, y así fue cómo empezó su interés en la industria.
«Como entusiasta del mate, hace por lo menos seis o siete años que vengo estudiando y juntando información, tratando de aprender todo lo que haya disponible. Este año me anoté a una diplomatura universitaria en sommelierie de yerba mate -la primera de ese tipo- que estoy cursando, así que pronto voy a poder decir que me recibí de tomar mate», relató con humor. No se contentó en investigar, sino que quiso compartirlo con otros: el mate tiene ‘eso’ de que siempre lleva a compartir.
«Me parece importante hacer ‘escuela’ sobre el mate, porque es una planta que crece solo acá, en el noreste de la provincia de Corrientes, Misiones y las zonas fronterizas de Paraguay y Brasil. A diferencia del té, que es oriundo de China y se adaptó a otros ambientes, la yerba mate por mucho que se intentó, no se pudo reproducir en otro lugar. Si somos los únicos productores, me parece muy importante conocer sobre nuestro producto, saber qué consumimos, y porque somos embajadores de esta infusión nacional que cada vez está conquistando más mercados en el mundo», destacó.
Y también, como otra razón, señaló que consumimos el mate por tradición y repetición. «Nuestro padres y abuelos tomaban mate, nosotros lo tomamos tal cual viene. Somos muy poco flexibles en las maneras de consumir el mate y, en especial, la yerba. En otros mercados se ofrece como bebida energética o caramelo, y es importante empezar a expandir un poco la mente, abrir el panorama, entender que es una hierba natural con muchas propiedades y ventajas», explicó.
¿UN MUNDO SIN MATE?
«Al ser un ritual, el mate está presente en la forma que nos relacionamos los argentinos, y particularmente, en esta zona de las misiones jesuíticas. El lenguaje del mate moldea cómo nos relacionamos entre nosotros y el valor está en aprender a compartir. Esto de sentarse alrededor de un fogón en el campo y compartir un mate, que esté presente en la conversación, como en otras partes del mundo es otro consumo. Por ejemplo, la pipa de la paz de los indígenas norteamericanos. El mate sería nuestra pipa de la paz», opinó.
Al ser consultado cómo se imagina que sería un mundo sin mate, contestó: «Sería horrible. Me cuesta pensar que hay otros lugares en el mundo donde no conocen el mate. Recuerdo el tuit de un correntino que decía ¿Cómo hacen en otras ciudades cuando se levantan a la mañana y miran con cara de culo por la ventana sin un mate?. Es parte intrínseca de nuestra identidad nacional. No me lo imagino. Es como sacarle un pedazo a la Argentina, sacarle el mate«.
HISTORIA Y LEGADO
En diciembre de 2014, el Congreso de la Nación Argentina estableció el 30 de noviembre como el “Día Nacional del Mate”, en homenaje a Andresito Guacurarí. Sobre esto, Petruszynski destacó que su persona «reivindicó a los pueblos guaraníticos». Además de ser un reconocimiento por su gesta y logros tomar su figura para fijar este día, aclaró: «Si bien no fue un productor, está vinculado a la defensa de esta región. Así como la yerba mate, también es oriundo de esta región».
Al adentrarse en la historia de esta hierba sagrada para el pueblo guaraní, Petruszynski explicó que la yerba mate es el árbol por excelencia de su cosmogonía y se considera el árbol madre de la selva. Ellos se dedicaban a su cultivo y extracción dentro de la selva paranaense, tanto por sus propiedades energéticas, como por la transmisión de saberes que se hacía en el ritual de compartirlo.
Fueron los jesuitas quienes descubrieron la manera de cultivar la yerba mate por fuera de la selva. Cuando fueron expulsados de la región, se perdió este conocimiento. «Desde 1767 hasta los principios de 1900 no hubo yerbales nuevos, se aprovechaba lo que crecía de manera silvestre», precisó.
Según siguió relatando, hubo varios intentos y experimentos, hasta que se pudo redescubrir el método de los jesuitas en Argentina y la industria como tal. Fue un inmigrante polaco, Juan Szychowski, el primero que instaló el molino de la yerba mate en Apóstoles y sistematizó el proceso de secado y envasado. «Mucho de la industria de la yerba mate se lo debemos a estos inmigrantes polacos y ucranianos», resaltó.
En Corrientes, fue el estanciero Víctor Navajas el fundador del establecimiento que luego su hijo llamó “Las Marias”, en la localidad de Gobernador Virasoro. Se trata de los cultivos más australes, en una zona donde la yerba mate no crecía a de manera autóctona. «Si bien había tierra colorada, la latitud era un límite para el cultivo y eso le da mucho valor al ingenio correntino que se propuso, lo intentó por muchos métodos, hasta conseguirlo fuera de la selva paranaense», destacó.