Por Domingo Salvador Castagna*
Arzobispo emérito de Corrientes, Ciudadano Ilustre de la provincia
- El pecado es antihumano.
Las tentaciones demoníacas, contra la persona santísima de Jesús, constituyen un misterio difícil de comprender. En Él no existe la remota posibilidad del pecado.
La Encarnación es la asunción de todo lo humano, excepto el pecado. Revela, de esa manera, que el pecado -en el proyecto de Dios- es antihumano y debe ser eliminado por el Cordero de Dios.
El demonio engaña a Eva y a Adán prometiéndoles ser como dioses: «Dios sabe que el día que ustedes coman de él (el fruto prohibido), se les abrirán los ojos y serán como Dios, conocedores del bien y del mal». (Génesis 3, 5).
Aunque por causa de su naturaleza divina -habiéndose ya encarnado- no equivocará la elección, sufrirá la humillación de ser maltratado por el Demonio que intentará, inútilmente, ponerlo entra la espada y la pared, al formularle las indecorosas propuestas llamadas «tentaciones».
- La Cuaresma y la fidelidad a Dios.
Es oportuno que la Cuaresma, iniciada el Miércoles de Cenizas, nos adiestre en esa esgrima de optar por la voluntad de Dios, rechazando las propuestas demoníacas.
Jesús es el modelo irreemplazable.
Llama la atención la afirmación del evangelista: «…fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días…» (Lucas 4, 1-2). Se desprende que las tentaciones consignadas aquí constituyen el corolario de cuarenta días de intenso combate con el tentador. No es tentado después de un placentero, aunque austero, retiro espiritual.
La asombrosa victoria de Jesús sobre el insistente enemigo de Dios es fruto de una prolongada lucha.
El demonio pretende debilitar a un hombre fiel a Dios, del que no parece saber exactamente quién es. Si lo supiera, y a pesar de su siniestra destreza -el demonio posee una inteligencia superior- no hubiera pretendido seducirlo. Las artimañas del demonio no pueden contra la sabiduría de Cristo y, por ende, de quienes se adhieren a Él y lo siguen.
- Meta de la conducta humana: la voluntad de Dios.
No obstante, como con Adán y Eva, el demonio pone en juego sus innumerables recursos. Es un hábil promotor del engaño, intencionalmente dirigido a malversar los dones de Dios y a destruir al hombre, la obra maestra de su Palabra, ya que: «…el mundo fue hecho por medio de ella…», lógicamente, también el hombre (Juan 1, 10).
En sus respuestas, el Señor recoloca los valores, lamentablemente subvertidos por el mundo del pecado. Predomina, en sus expresiones, la fidelidad a Dios, asistida e ilustrada oportunamente por las Santas Escrituras.
Durante su ministerio público no cesa de referirse a la voluntad del Padre como única meta de la conducta humana. Allí está la Verdad, toda ella, garantizada por la acción del Espíritu.
La sociedad no puede ingresar en el orden, que reclama su estabilidad y perfecta construcción, sin esa referencia. Toda ley humana obtiene su autenticidad del sometimiento a la voluntad de Dios. Explícita o implícitamente, nuestras legislaturas, no debieran desentonar con la Ley divina. Cuando lo hacen deslegitimizan su misión ordenadora.
- Los santos nos enseñan a ser fieles como Jesús.
Ser fieles en medio de las tentaciones del actual desierto es nuestro principal cometido. La mirada de Dios se posa en quienes silenciosamente desechan las tentaciones diabólicas contemporáneas. Son los santos. Aprenden del Divino Maestro a responder a las sugestiones del viejo engaño de comportarse como dioses de sí mismos.
Esta Cuaresma trae, a los argentinos, la noticia esperada de que el Papa Francisco ha reconocido las virtudes heroicas de nuestro querido Cardenal Pironio. Un gesto más de la misericordia de Dios hacia nuestro pueblo, muy maltratado por quienes han cedido a las diversas tentaciones, formuladas por los personeros actuales del viejo enemigo de Dios.
* Homilía del domingo
6 de marzo.
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