Las compras de último momento, las remodelaciones de la fachada de la casa, la confirmación de con quién se va a pasar las fiestas, advierten la llegada de la Navidad y el Año Nuevo. Pero estas festividades también pueden tener otra cara. Pueden generar malestar emocional en muchas personas. EL LIBERTADOR consultó con una especialista, para conocer por qué ocurre esto y qué se puede hacer al respecto.
Ambas, son las celebraciones más adoptadas a lo largo del mundo, que reúne a muchas familias, para compartir un agradable momento. Pero lo que para algunas personas puede ser un motivo de celebración, para otras puede no serlo.
La licenciada en Psicología, Sofía Caneva (MP 1.147), especialista en terapias integrativas cognitivas, señala que efectivamente las fiestas de fin de año pueden generar malestar en muchas personas, ocasionando un conflicto. «Estas celebraciones nos convocan a ser felices, pero dejan de lado la percepción del autodisfrute, es decir, lo que cada persona quiere realmente», marcó.
Se trata de un mandato social, que se refuerza principalmente a través de la publicidad. Lo que se escucha en la radio, lo que se ve en la televisión, las redes sociales y muchas marcas comerciales defienden. Y, además, de invitar al consumo desmedido, proyectan cómo hay que sentirse y actuar, detalló.
INCOMODIDADES
Aseguró que una de las situaciones más frecuentes, que muchas personas intentan evitar, es la de visitar o compartir con seres queridos con los que no se guarda mucha afinidad.
Frente a esto, la Licenciada explicó: «Hay que saber decir que no, cuando nos invitan a eventos o lugares psíquicos donde no nos vemos reflejados. Si no es un momento de felicidad, hay que decidir correrse un poco y no sentir culpa por eso».
También añadió que uno de los mitos presentes dentro de los sistemas familiares, es que «tenemos que aguantar», al tratarse de la familia. «Y a veces, es más sano mantener una distancia, real o emocional, con aquellas personas con las que estamos en conflicto, cuando no podemos salvar esas diferencias», marcó.
«Nosotros marcamos mucho esto de la distancia, para no llegar a contagios emocionales. Que son situaciones en donde nos vemos invadidos por malos sentimientos. Lo indicado no sería aguantar».
AUSENCIAS
La mesa familiar, también puede volverse un campo de batalla emocional cuando se lidia con la pérdida de un ser querido. «Es un momento donde las ausencias se vuelven mucho más evidentes», remarcó la especialista.
La recomendación es «no simular un momento de felicidad» si se está sufriendo. Y en el caso de que la persona decida compartir, los demás deben mantener una actitud de empatía.
«Que se respete su dolor, ese tinte de tristeza que a todos nos dejan esos momentos de pérdida», aconsejó la profesional.
«Hay una reconocida marca de gaseosas que te promete una reunión familiar, y eso es un imposible. Es un momento del año muy complejo, pero si pudiéramos tener más respeto hacia la posición del otro, se podría llevar mejor esta situación».
Cabe resaltar que «no se trata de ser antifamilia, o antifestejo, todo lo contrario. Cada persona debe vivir estas fiestas de la manera en la que pueda hacerlo», enfatizó.
«Que el ritual -manera de celebrar- sea como cada uno lo quiera afrontar y no como un enlatado preestablecido de «tenemos que juntarnos todos y estar felices, es un mandato muy pesado», subrayó la licenciada Caneva.
Y DESBORDES
La licenciada Caneva subrayó que durante el último mes del año es muy frecuente que aumenten los casos por consultas. «De personas que se sienten sobrepasadas, no sólo por las fiestas, sino porque es un momento de cerrar y abrir nuevos ciclos. Afrontar las expectativas personales, laborales y familiares. Además, se hacen los balances, donde se toma dimensión de aquellos objetivos que no pudieron alcanzarse.
«Esto es algo que nosotros llamamos síndrome de diciembre, y la manera de actuar ante esto es reconociendo nuestros límites personales, nuestro termómetro, y darnos cuenta que cuando no podemos llevarlo a cabo solos, aunque lo hayamos intentado, acercarnos y buscar ayuda profesional. O a lo que cada uno considere conveniente como guía en este momento. Ya sea una consulta de salud mental, o hay personas que se ven más dirigidas hacia la espiritualidad, y también es válido», afirmó.
Por último, enfatizó en que la situación económica es un factor frecuente, de mucha preocupación, durante las terapias.
“La demanda de lo que no puedo cubrir o lo que va a venir el año que viene, también es un factor determinante. Desde un espacio terapéutico no se puede subsanar, porque escapa a las posibilidades. Es una realidad con la que se vive a diario, la incertidumbre más que nada”, concluyó.