Por Guillermo Alfonso
Argentina es un país con un centralismo muy marcado que se observa en todos los ámbitos desde 1861 a la actualidad. Cada actividad que se manifieste «humana» surge en el «puerto central». La política; la economía; la cultura, el deporte; las finanzas; y hasta la «creación de derechos» nacen y se multiplican en un constante dominó hacia el «interior» del país. Pero esa onda con origen concéntrico, la mayoría de las veces llega con ezcasa o nula efectividad a la periferia de las provincias.
Un paradigma sin resolución que se extiende, al parecer, sin un punto final. Aun cuando los siglos se suceden y la historia «federal» sucumbe al gatopardismo retórico de los que se erigen como próceres del federalismo.
¿Problema de física o espacio? Lo cierto es que en 200 kilómetros cuadrados se definen todas las acciones que regirán el destino de quienes habitan un país con 3,7 millones de superficie.
TODO ES ILUSIÓN
La República Argentina es un estado Federal constituido por 23 provincias y una Ciudad Autónoma. Pero, los contrastes y asimetrías son pecaminosos. No todos los argentinos somos iguales. Apenas si tenemos una condición común: la nacionalidad.
Podría decirse que somos rehenes de los mismos problemas, pero no beneficiarios de las mismas soluciones.
La Nación, en su concepción de «gerenciador», recauda en general, pero distribuye en particular. Desde ese concepto de administración, la representatividad «política» de los estados que integran la Nación es apenas un subtítulo.
¿COPIA FIEL O, UN ESPEJISMO?
Corrientes: tiene una Legislatura bicameral (según las provincias, las legislaturas pueden ser unicamerales o bicamerales). Las unicamerales están formadas por una sola cámara (diputados o representantes); y las bicamerales por dos cámaras (senadores y diputados).
El Senado de la Provincia de sus 15 representantes, 7 son de la Capital y 8 del Interior.
La Cámara de Diputados de la Provincia está integrada por 30 miembros de los cuales, 14 son de la Capital y 16 son del Interior.
Los números -a veces mágicos- imponen preguntarse si, de la forma en que se eligen los legisladores, resulta representativa la composición del legislativo.
¿Es válido interpretar que el caudal electoral, la densidad demográfica, o su relevancia económico financiera son fundamentos suficientes para que la «representatividad» sea un «plus» favorable a la Capital?
Y no es una consideración menor observar que la Ley de Presupuesto debe ser «tratada y aprobada» por los legisladores. Más de la mitad representando a un solo lugar.
Otra vez, se mira con recelo al «puerto» – ícono del centralismo – desde las localidades que deben sobrevivir estoicamente a merced de las decisiones asumidas desde la «gran ciudad». La historia se repite en ambos escenarios. Las provincias mirando a Buenos Aires; los pueblos mirando la Capital.
Tal vez sea hora de analizar el modo o sistema como se eligen los representantes y de qué manera se distribuyen las «bancas».
En beneficio de una representatividad genuina -y no aparente- habría que observar otros modelos democráticos -el de Suiza, por ejemplo- y que la elección directa sea correlativa a una representación ciudadana también directa. Más cercana a la toma de decisiones en todos los niveles políticos.
Esto debe interpretarse como un flujo de «poder» de abajo hacia arriba o de la periferia hacia el centro.
Amplificando el sentido común de hacer efectiva la equidad. Y, además, permitir que los 23 departamentos en los que se divide la provincia tengan injerencia desde la territorialidad de sus 76 municipios en la conformación del cuerpo legislativo provincial. Un acto de madurez democrática haciendo honor a un precepto federalista.
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