La reciente declaración de Bolivia y Brasil como países libres de fiebre aftosa sin vacunación por parte de la Organización Mundial de Sanidad Animal (Omsa) es, sin duda, un hito que resuena con particular fuerza en nuestra región. Este avance no sólo consolida su posición en los mercados internacionales, sino que también invita a reflexionar a los gobiernos sobre la compleja realidad que atraviesan países como Argentina, en esta misma materia, especialmente en provincias con una profunda tradición ganadera como Corrientes.
Este anuncio se lee como una crónica de éxito que contrasta dolorosamente con las persistentes asignaturas pendientes en este país. Mientras los vecinos celebran una erradicación que les permite prescindir de costosas y logísticamente complejas campañas de vacunación, Argentina, y en particular la Mesopotamia, sigue atada a un esquema que, si bien ha sido efectivo en el control de la enfermedad, no ha logrado el salto cualitativo hacia la inmunización sin inoculación.
PROBLEMA
DE NUNCA ACABAR
La fiebre aftosa es mucho más que una enfermedad viral para Argentina; es una cicatriz en la memoria productiva. Los brotes devastadores de fines de los 90 y principios de los 2000 aún resuenan en la conciencia de los productores, especialmente en Corrientes, donde la ganadería es el motor de la economía y la identidad misma de la provincia. La amenaza de la aftosa no es una entelequia, sino un fantasma que puede cerrar mercados de la noche a la mañana, dinamitando años de esfuerzo y crecimiento.
El reconocimiento a Bolivia y Brasil, que eleva a más del 80 por ciento del ganado de las américas a la categoría de libre de aftosa sin vacunación, pone en evidencia el rezago argentino.
Argentina se ha mantenido en el estatus de libre con vacunación, un logro que no debe minimizarse, pero que mantiene en un peldaño inferior en la escala sanitaria global, con las consiguientes limitaciones para acceder a ciertos mercados de alto valor agregado.
QUÉ DEBE
PASAR ACÁ
La noticia de Bolivia y Brasil debería servir como un llamado de atención y una oportunidad para repensar la estrategia argentina. La colaboración a través de programas como el Hemisférico de Erradicación de la Fiebre Aftosa, coordinado por el Centro Panamericano de Fiebre Aftosa y Salud Pública Veterinaria, coordinado por la Organización Panamericana de la Salud, ha demostrado ser crucial para el avance en la región.
Argentina, y particularmente Corrientes, a través de la Fucosa, deberían redoblar los esfuerzos en investigación, en el fortalecimiento de los servicios veterinarios y en la transparencia de los mercados de insumos, para aspirar a ese estatus de «libre sin vacunación» que hoy festejan nuestros vecinos.
Porque, al final del día, la erradicación de la fiebre aftosa no es sólo una cuestión de salud animal o de comercio; es una cuestión de soberanía alimentaria, de competitividad económica y, sobre todo, de justicia para miles de productores que apuestan día a día al campo argentino. Y en esa tarea, la experiencia de los países vecinos, libres de la carga de la vacunación, se erige como un faro que nos invita a mirar hacia el futuro con una ambición renovada.
¿Y en Corrientes?
En Corrientes, donde la cantidad de cabezas de ganado es significativa y la inversión en sanidad animal es una constante, el impacto de una posible cartelización se siente con particular virulencia.
Los productores, que ya lidian con las inclemencias del clima, la volatilidad de los mercados y la carga impositiva, ven con impotencia cómo una parte de su esfuerzo se diluye en un esquema que parece beneficiar a unos pocos.
La provincia, con su vasto territorio ganadero y su vocación productiva, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, mantiene una rica tradición en la cría de ganado, con rodeos de altísima calidad que son reconocidos a nivel nacional e internacional. Por otro, enfrenta el desafío de modernizar sus esquemas sanitarios y productivos para adaptarse a las exigencias de un mercado global cada vez más demandante.
La sombra de la cartelización
Pero la cuestión de la aftosa en Argentina no se agota en la estrategia sanitaria. Detrás de las estadísticas y los estatus, se esconde una problemática que ha indignado al sector productor y que ha sido objeto de investigaciones periodísticas a lo largo de los años: la cartelización en la comercialización de la vacuna.
Se ha denunciado reiteradamente la existencia de un par de laboratorios que, con prácticas anticompetitivas, habrían monopolizado el mercado de la vacuna anti aftosa, fijando precios y condiciones que perjudican directamente a los ganaderos, duplicando y triplicando los valores de los países vecinos.
Estas prácticas, lejos de fomentar la libre competencia y la eficiencia, generan sobrecostos para los productores y, en última instancia, encarecen la producción de carne, afectando la competitividad del sector en su conjunto.
La Justicia y el gobierno de Milei ha intervenido en diversas ocasiones, pero la percepción de impunidad y la recurrencia de estas maniobras persisten, erosionando la confianza del sector.