Por el Padre Horacio Da Silva*
Aasesor de Medios de Comunicación del Arzobispado.
Hermanos:
«Entonces dijo a la Virgen Madre: No tengas miedo María; Dios te ha concedido su favor -le dijo el Ángel-. Quedarás encinta y darás a la luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.» (Lucas 1, 30-31).
«Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.» (Corintios 13, 13).
Ha comenzado un tiempo maravilloso. La Iglesia Católica propone antes del 25 de diciembre, fiesta de la Natividad del Señor, un tiempo de preparación espiritual que abarca cuatro domingos. Este tiempo se llama Adviento.
El vocablo deriva del latín adventus, que quiere decir «venida». Durante este tiempo litúrgico la feligresía se une a la Santísima Virgen María en su espera de su Hijo Jesús, que ya lleva en su seno. Este año 2022, el tiempo de Adviento va del domingo 27 de noviembre al sábado 24 de diciembre, en la víspera de Navidad.
Los fieles cristianos consideran al Adviento como un tiempo de oración y de reflexión caracterizado por la espera vigilante -es decir, tiempo de esperanza y de vigilia-, de arrepentimiento, de perdón y de alegría.
Durante el Adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de Adviento, con cuatro velas; una por cada domingo de Adviento. Hay una pequeña tradición, a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana; por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
Acompañando y marcando el camino, en la liturgia del Adviento de todas las iglesias sobresalen las figuras del profeta Isaías; de Juan, el Bautista; de María, Madre de Jesús y de José de Nazaret.
Acompañando con un poco de Catequesis, se debe conocer: las lecturas bíblicas del tiempo de Adviento que están tomadas, sobre todo, del Libro del profeta Isaías (primera lectura), aunque también se recogen otros pasajes proféticos del Antiguo Testamento que señalan la llegada del Mesías (por ejemplo, Jeremías 33, 14-16). En las lecturas semanales, Isaías aparece 15 veces.
A Juan el Bautista, presentado por los Evangelios como el precursor que preparó los caminos para la llegada de Jesús de Nazaret, lo incluye en el segundo y tercer domingo de Adviento de la liturgia católica, anglicana y protestante. La predicación de Juan el Bautista, que se caracteriza por incorporar la frase del Libro de Isaías «Una voz grita en el desierto: preparen los caminos del Señor, allanen sus senderos» (Mateo 3,3), hace de él una de las personalidades propias de la liturgia del tiempo de Adviento.
María de Nazaret se presenta en la liturgia de Adviento particularmente en los pasajes evangélicos correspondientes al cuarto Domingo, sola o acompañada por Isabel. María también aparece acompañando a su esposo José de Nazaret en el Evangelio del cuarto Domingo de Adviento, en el ciclo A de la liturgia católica, anglicana y protestante.
Se trata en todos los casos de modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la celebración de la venida de Jesucristo.
…Pero, no obstante, la mirada debe estar en María Madre, Virgen santa, corredentora del mundo. Con Ella transitar ese tiempo maravilloso que os otorgó el Dios Todopoderoso y Eterno, la espera de un hijo, una espera que todas las madres comparten con María.
En Ella y a través de Ella que se renueven y afirmen las virtudes y valores que el Señor otorgó a los mortales: el amor, la alegría, la esperanza, la paz, la fortaleza que toda madre debe tener y que los hijos deben entender; que esa virtud es uno de los pilares más importantes para sobrellevar cualquier logro o decepción en la vida y por sobre todas las cosas, la fe.
La presencia de María Madre siempre está, siempre se eleva. Nunca abandona, nunca abandonó ni abandonará a su Hijo; su tiempo es eterno. Descansen sus pesares en Ella, que hará lo mismo que con su Hijo Jesús en ustedes: cubrir con su manto de amor incondicional.
Acompáñenla en esta dulce espera, reflexionando sobre algo sencillo y a la vez lo más complejo: la vida, el dar vida y con ella el nacimiento del Salvador del Mundo.
Por ello: Espero al Señor, lo espero con toda al alma; en su Palabra he puesto mi esperanza (Salmo 130-5).
- Párroco de la localidad
de San Roque.
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