Un informe reciente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) dio a conocer que actualmente la provincia registra sólo el 8,6 por ciento de superficie cubierta por agua debido al déficit hídrico.
EL LIBERTADOR habló sobre esta cifra alarmante con el doctor en Geografía, Félix Ignacio Contreras, conocido por sus estudios sobre procesos geomorfológicos en Corrientes, y especialmente, sus análisis en lagunas.
Es investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), trabaja en el grupo de Geografía Física del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) y en el Parque Provincial “San Cayetano” participa de la evaluación de los impactos generados por incendios y sequías extremas ocurridos desde mediados de 2018.
“Estamos en una situación bastante crítica”, afirmó, y aclaró que es “porque no estamos familiarizados con la escasez de agua, estamos más acostumbrados a tenerle miedo a las inundaciones y no a las sequías”.
“Las inundaciones fueron más frecuentes en los últimos años, y al haber una explotación tan grande de producción de arroz, actividad forestal y ganadería, lo estamos sintiendo mucho más porque se están visibilizando más los efectos de la sequía”, señaló.

CAMBIO CLIMÁTICO
“No todo se debe al cambio climático. El fenómeno de La Niña estuvo presente en los últimos años, fue una Niña extrema, y tuvimos previamente un Niño extremo”, remarcó el investigador.
Debido al fenómeno meteorológico El Niño del año 1998, la provincia estuvo cubierta en un 58 por ciento por agua, lo que equivale a 5.164.408 hectáreas. En diciembre de 2021 por el de La Niña se ubicó en 14 por ciento y en diciembre de 2022 en 12 por ciento.
“Es pronto para hablar de que habrá un cambio, principalmente en el monto de las precipitaciones”, comentó. Sobre la década de los ’70, explicó que “las precipitaciones anuales de la ciudad de Corrientes eran alrededor de 1200 milímetros, y a partir de esa fecha, subimos a 1400. Esa diferencia de 200 milímetros se puede decir que es un cambio”.
“Ahora, lo que hay que ver, es si esta sequía se debe exclusivamente a La Niña o estamos volviendo a tener ese clima que teníamos antes de la década del ’70”, subrayó.

Contreras precisó que se debe determinar cuál de las variables climáticas es la que se está modificando. Las temperaturas siempre serán elevadas debido a la ubicación geográfica de la provincia, pero si es el monto de lluvias lo que varía, se dará esta condición de humedales secos o la aparición de sedimentos, algas y reducción de pequeñas lagunas.
“Hay que saber que la mayoría de los humedales de Corrientes dependen de las precipitaciones locales, es decir, que se dan dentro del territorio provincial. Si no tenemos lluvias y sí altas temperaturas, como las que estamos viviendo en los últimos años, la tasa de evaporación es tan alta que se reduce la superficie con agua”, explicó.
Respecto al alarmante porcentaje de 8,6 por ciento -es decir, 766.630 hectáreas-, el investigador aclaró que lo normal es que la superficie provincial se encuentre cubierta por agua entre un 35 y 40 por ciento.
Estos valores se obtuvieron de un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), en el que se pudo saber también que el 60 por ciento del territorio provincial es un gran humedal, que -tal como explicó Contreras- depende del agua de las lluvias y al haber altas temperaturas, el balance es negativo.
De la superficie cubierta con agua actual, el informe elaborado detalló que el 18 por ciento lo aportan los ríos Paraná y Uruguay, el 2 por ciento, represas y aguadas y el 80 por ciento otros humedales.

REVERSIBLE O NO
“Esta situación es reversible”, aseguró Contreras, y agregó que cuando “se vaya La Niña hay que ver si se vuelve a las condiciones normales, y posiblemente, tengamos un mayor volumen de precipitaciones”.
“Todos los modelos estarían indicando que para abril y mayo volverían y, lo bueno, es que en esos meses se suelen registrar las mayores lluvias. Con que vuelvan a ser normales, se va a generar un alivio bastante grande, pero faltan dos meses y la urgencia por la necesidad de agua es inmediata”, apuntó.
Y especificó que no se piensa solamente de las actividades productivas, sino en la conservación de los ambientes naturales, los cuales se promocionan turística ya sea a través de la pesca deportiva, las playas y los esteros del Iberá.
“Entonces, ¿qué efectos estamos generando en nuestros ambientes cuando se encuentran más vulnerables? Quizás esto nos sirva como un llamado de atención y de pensar prácticas que sean amigables con estas situaciones extremas”, reflexionó.

PERSPECTIVA FAVORABLE
“Corrientes va a seguir siendo uno de los principales reservorios de agua dulce superficial. Hay algunas napas que los vecinos dicen que se están secando, pero la situación geográfica que tiene la provincia en ese sentido siempre nos vamos a ver muy favorecidos”, tranquilizó.
“La gran disponibilidad de humedales para almacenar agua y las napas que son de muy buena calidad porque tienen un bajo contenido de sal y arsénico, todo eso nos genera cierta ventaja respecto a otras provincias”, añadió.
Comparó las condiciones con Chaco, donde llueve muy poco y si tienen que depender de los pozos, estos poseen un alto contenido de sal o arsénico, y señaló que “ellos están en una situación mucho más crítica”.
RECOMENDACIONES
“Lo que hay que lograr es no generar una gran presión de demanda de agua en situaciones extremas«, señaló el investigador, quien ofreció algunas recomendaciones básicas.
«No lavar los autos con derroche de agua o no regar las plantas de día, que hay mayor evaporación, sino hacerlo de noche. Si tienen piletas, no estar cambiando constantemente. Todo eso genera una menor presión a nuestros humedales”, invitó a los ciudadanos a ser parte con actos menores de lo que podría revertir, afortunadamente, esta situación.
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