Los restos de un gran cohete chino volvieron a entrar este sábado en la atmósfera terrestre sobre el Océano Índico, tras varias horas de tensión e interrogantes sobre dónde haría su ingreso dada su descontrolada trayectoria.
La Agencia Espacial Tripulada China dijo en la red social Weibo que la mayoría de los restos se habían quemado en la reentrada sobre el Mar de Sulu, una masa de agua entre la isla de Borneo y Filipinas.
La posibilidad, por mínima que fuera, de que los restos del cohete pudieran impactar en una zona poblada del planeta había llevado a gente de todo el mundo a seguir su trayectoria durante días.
El administrador de la NASA, Bill Nelson, se había quejado de que China “no compartió información específica sobre la trayectoria de su cohete Long March 5B al caer a la Tierra”.
Nelson añadió que todos los países deberían “compartir este tipo de información con antelación para permitir predicciones fiables sobre el riesgo de impacto de los desechos, especialmente en el caso de los vehículos pesados, como el Long March 5B, que conllevan un riesgo significativo de pérdida de vidas y propiedades”.
El cohete en cuestión se lanzó el domingo pasado, llevando al espacio un módulo de laboratorio que se añadió a la estación espacial china, Tiangong. Normalmente, los grandes refuerzos de los cohetes caen inmediatamente a la Tierra después de ser lanzados. Sin embargo, el cuerpo central de 23 toneladas del Long March 5B acompañó al segmento de la estación espacial hasta la órbita.
Debido a la fricción causada por el roce del cohete con el aire en la parte superior de la atmósfera, pronto empezó a perder altura, realizando lo que se llama “reentrada incontrolada” de vuelta a la Tierra.
En los últimos días, los observadores del espacio habían previsto posibles reentradas sobre gran parte del planeta. En el último día, la predicción se hizo más precisa, pero incluso entonces los pronosticadores no estaban seguros de si caería sobre el Índico, frente a México o en el Atlántico.
Los habitantes de Sarawak, una provincia de Malasia situada en la isla de Borneo, informaron en las redes sociales del avistamiento de los restos del cohete, y muchos creyeron al principio que la pirotecnia era una lluvia de meteoritos o un cometa.
Este fue el tercer vuelo del Long March 5B, el mayor cohete de China. El programa espacial del país necesitaba un vehículo tan grande y potente para llevar piezas a la órbita para el montaje de su estación espacial.
China planea operar la nueva estación Tiangong durante al menos una década, invitando a otras naciones a participar. Tiangong es más pequeña que la envejecida Estación Espacial Internacional, que se retirará en 2030 según los planes actuales de la NASA, aunque Rusia ha dado señales contradictorias sobre cuánto tiempo seguirá participando.
La incertidumbre sobre el lugar de la caída daba para muchas especulaciones. Si se estaba en Chicago o en cualquier otro lugar por encima de los 41,5 grados de latitud norte o en la Antártida o en el extremo sur de Sudamérica por debajo de los 41,5 grados de latitud sur (al sur de la Argentina), no había duda de estar perfectamente a salvo.
Es posible que la agencia espacial china haya decidido que se trataba de un riesgo aceptable, apostando que el peligro para un pequeño número de lanzamientos no es lo suficientemente alto como para justificar los costos de cambiar el funcionamiento del cohete.
Hasta ahora se habían producido otros dos lanzamientos del Long March 5B. El primer cohete cayó en una aldea de Costa de Marfil, en el oeste de África, y causó algunos daños materiales pero no hubo heridos. El segundo cohete se estrelló en el Océano Índico.
Cuando el Satélite de Investigación de la Atmósfera Superior de la NASA realizó una reentrada descontrolada en 2011, la NASA calculó una probabilidad de 1 entre 3200 de que alguien pudiera resultar herido. Acabó cayendo en el Océano Pacífico.
Normalmente, entre el 20% y el 40% de un cohete o satélite sobrevive a la reentrada, dijo Muelhaupt, lo que sugeriría que entre 10.000 y 20.000 libras del propulsor chino llegarían a la superficie de la Tierra, es decir entre 4500 y 9000 kilos.
Fuente: La Nación