El obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Corrientes, José Adolfo Larregain, tras presidir la misa por la fiesta patronal de Santa Ana de los Guácaras, bendijo al promediar el mediodía distintas semillas para dar comienzo a la Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas, ocasión en la que se destacó que «son un bien común, propiedad común para ser compartida por y para el bienestar de todos y todas».
Al momento especial de bendecir esos frutos de la tierra, un laico leyó en la introducción que «desde Santa Ana de los Guácaras, con esta acción de gracias y bendición, da inicio la Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas, época de siembra para la cultura alimentaria de la provincia de Corrientes».
Señaló que «en esta semana, una canasta de semillas partirá desde aquí y recorrerá algunos departamentos cercanos para promover su intercambio; y en otras localidades, además, se desarrollarán ferias y diversas actividades vinculadas con el valor de las semillas, que son vida en estado latente, legado de la naturaleza y de la sabiduría milenaria para la supervivencia de los pueblos».
Subrayó que «las semillas son un bien común, propiedad común para ser compartida por y para el bienestar de todos y todas, incluidas las futuras generaciones».
«Alabemos al Señor que una vez más nos concede en estos nuevos frutos y las cosechas los bienes de la tierra. Así como Abel los ofrecía a Dios, también nosotros, como verdaderos hijos del Padre, los compartimos con los hermanos más necesitados», manifestó.
ORACIÓN DE
BENDICIÓN
Seguidamente monseñor Larregain pronunció la Oración de bendición, diciendo:
«Te damos gracias, Padre Dios, que nos diste y nos das la vida a todos y cada uno de nosotros y gracias también porque nos regalaste los medios para mantenerla. Hoy especialmente, te damos gracias por las semillas nativas y criollas que son simientes, vida en estado latente, un legado de la naturaleza y de las diversas culturas.
Gracias porque ellas son un bien de propiedad común para ser compartido por y para el bienestar de todos y todas, incluidas las futuras generaciones. Porque las semillas llevan en su interior encerrada la vida con una potencia inmensa.
Padre Dios, los que vivimos en las grandes ciudades muchas veces nos alejamos tanto de la naturaleza que nos olvidamos de la experiencia de nuestros mayores, de la dinámica de la producción de alimentos sanos.
Por eso, gracias también porque tenemos una producción con productores, que acercan a nuestras mesas lo que nuestra cultura educó en nuestros paladares: la mandioca deliciosa en sí y para nuestro chipá; el maíz amarillo para tantos alimentos como el mbaipy; el maíz pichingallo, para el pororó; y podríamos seguir y seguir…».
Al momento de realizar la Señal de la Cruz sobre lo bendecido, exclamó: «Bendito seas, Padre Dios, por el regalo tuyo de todas las semillas. Con tu amor y providencia, bendecí hoy estas que ahora te presentamos, para que se conserven y multipliquen.
Bendito seas por los agricultores familiares, guardianes de las semillas y de nuestra cultura y productores en armonía con la naturaleza; agricultores que con tanto amor y dedicación cuidan, conservan y comparten las semillas.
Dales tu bendición para que no aflojen en su esfuerzo, trabajando con esperanza para que nunca nos falte el pan, el alimento saludable de cada día.
Bendito seas, también, Padre Dios, por todos los que comprometen sus esfuerzos con estas realidades que hoy recordamos; por las organizaciones e instituciones que acompañan y atienden a la agricultura familiar y a las Escuelas de la Familia Agraria que educan a las nuevas generaciones en el amor por esta actividad, de producir sano para el cuidado y el bienestar de toda la comunidad.
Derramá tu bendición sobre ellos, sobre cada uno, cada una, para que trabajen siempre con la mirada puesta en el bien de todos y en el cuidado de nuestra casa común, más allá de todo otro interés. Amén».
Finalmente, recordó el texto del padre Julián Zini, Oración de la semilla, en el que el inolvidable sacerdote cantautor expresó:
«Por la tierra y el clima, por la lluvia y el sol.
Por el milagro de cada semilla, por el inmenso portento del pan nuestro de cada día…
Aquí estamos, en plena globalización de la pobreza, produciendo, preservando, intercambiando y asegurando la semilla que es vida y es nuestra».