Estaba en un sector de la primera sección Lomas. Decían que fue emplazada para recordar a una mujer que murió trágicamente. También hablaban de extrañas apariciones y le atribuían curaciones. Su historia llegó a aparecer en una de las ediciones de la revista Folklore de la mano del investigador y periodista saladeño, Emilio Noya.
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
La presencia de las cruces al costado de caminos y rutas, es un símbolo de las fuertes creencias religiosas y tradicionales de una comunidad. En Corrientes es común que al toparse con estos elementos, ya sea en el ambiente urbano o rural, la persona se persigne para mostrar respeto. Es que, estas señales guardan por lo general una historia trágica y hay veces en que la transmisión oral de ese relato las vuelve un objeto de culto popular, aunque luego se pierdan en el olvido. Eso fue lo que lo que ocurrió, por ejemplo, con la Cruz de María que estaba en la primera sección Lomas, en Saladas. Se trataba de un espacio venerado del que se contaban historias de curaciones y sucesos extraños que hoy está prácticamente desaparecido.
Fue el investigador, periodista y escritor saladeño, Emilio Noya, quien dejó un registro de las historias que rodeaban a esa misteriosa y modesta cruz que recordaba a una mujer que falleció allí mismo donde comenzaba a extenderse un monte. Lo hizo en una de sus colaboraciones, publicada en el número 315, de 1981, de la prestigiosa revista Folklore, de difusión nacional.
«Basta recorrer caminos interiores de la provincia de Corrientes, para toparse con elevado número de cruces emplazadas en los sitios más curiosos e increíbles -calles, pueblos, postes, árboles, barrancas de ríos y playas de lagunas, costados de vías férreas, y raras veces en santuarios particulares-, señalando a la posteridad el lugar donde falleciera algún ser humano en diversas circunstancias…». Así inicia el ensayo titulado La presencia de la cruz en el folklore correntino, donde el escritor analizó el culto de este símbolo en la provincia y se detuvo en varios casos de su Saladas natal.


Así relata el caso de la Cruz de María que, según recordó, estaba emplazada a la vera del antiguo camino de tierra que conecta con la Ruta Nacional Nº118 en el paraje Cuatro Bocas. «A 5 kilómetros del radio urbano, es dable observar una modesta cruz de madera casi oculta por montecillos de arbustos», mencionó y añadió: «No obstante, en pocas ocasiones permanece sin flores silvestres o artificiales y los clásicos paños bordados que dejan manos anónimas».
Sobre cómo apareció o quién colocó esa cruz en ese sitio, escribió: «El vecindario de las ‘Lomas’ (primera sección del departamento), recuerda haberla conocido tal como se conserva en la actualidad, sin ninguna plaqueta o inscripción identificatoria. Además, no hay otros indicios que permitieran descifrar el interrogante que plantea el madero en ese oscuro punto».
Pero el investigador también mencionó que pobladores de la zona le dieron más referencias sobre el origen de la cruz y la persona en cuya memoria fue colocada. «Fue clavada en memoria de una mujer llamada María, cuyos otros datos se ignoran, quien terminó sus días ahorcándose allí el 25 de marzo de un año indeterminado».
SUCESOS INEXPLICABLES
Noya agregó en su relato que ocurrían situaciones extrañas en el lugar donde ocurrió la muerte trágica. Del testimonio de las personas de la zona, habló de dos que fueron las más comentados. Por un lado, presuntas apariciones nocturnas de la misteriosa mujer que habría fallecido allí. «Y la de un enorme perro negro que pretendía interceptar a jinetes solitarios o viandantes que se aventuraban por el callejón», y añadió que, a causa de estos inexplicables sucesos la cruz se volvió «famosa y al mismo tiempo temida».
Sin embargo, el investigador menciona que en poco tiempo la fe venció al temor y muchas personas comenzaron a hacerle pedidos a la difunta. «Pronto comenzó a adquirir nombradía en materia de curaciones del ‘empacho’ y para recuperar objetos perdidos», precisó el escritor en el ensayo, no sin antes dejar la pista de lo que hacía falta para que el favor sea cumplido: «Siendo suficiente formularle una promesa para que obre el prodigio».

En esa oportunidad, sobre este espacio particular que se encontraba en la primera sección de Saladas, el escritor cerraba: «Así nació el culto de la infeliz María y transcurridas las décadas sus seguidores se multiplican en el contorno, generándose el mito que irrumpe con caracteres propios en la galería de devociones populares correntinas».
Aun así y contrario a lo que él creía, el paso del tiempo fue dejando casi en el olvido a esta misteriosa cruz de la que hoy casi no se encuentran referencias y que posiblemente se perdió consumida por el monte.
Solo queda el relato de saladeño fallecido en 2006, quien dejó este testimonio, junto con una fotografía que acompañó el escrito publicado esa vez en la revista. La imagen muestra a un hombre vestido de gaucho, sobre un caballo que está parado frente a la casi imperceptible cruz de madera. Al parecer, le mostraba sus respetos o le hacía alguna promesa.
Fotos: gentileza, ilustrativas

