Su nombre era Miguel Galarza y hace tiempo los vecinos y visitantes del pueblo correntino le rinden culto. Cuentan que murió a traición y que les cumple los pedidos a aquellos que en verdad lo respetan.
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
En el cementerio La Piedad, Mburucuyá, existe una tumba pintada de rojo a la que nunca le falta su cabo de vela. Según la historia, allí descansan los restos de un gaucho legendario que hace 107 años murió en una emboscada y que, desde entonces, cumplió favores a quienes le pedían por alguna urgencia. Se llamaba Miguel Galarza y tuvo varios apodos, pero uno de los más populares es Tuquiña.
En el Diccionario folklórico argentino, el investigador Félix Coluccio había contado de forma breve la historia de este otro santo popular de las tierras correntinas. «Tuquiña o Turquiña es el apodo del gaucho correntino Miguel Galarza, quien era igualmente conocido en la campaña con los seudónimos de Guadaña o Chuña, muerto -dicen- a traición por unos paisanos emboscados. Su tumba se halla en Mburucuyá, aunque sus andanzas se extendieron por Empedrado, Goya, etcétera», explicó.
El autor también daba datos sobre la festividad: «Se le rinde culto especialmente el 3 de mayo y en ese día particular se le cumplen promesas, aprovechándose también para formularle pedidos, que de cumplirse, se pagan de acuerdo con lo solicitado por el mismo Tuquiña, con un cabo de vela».

RASTREO DE SU BIOGRAFÍA
Los datos biográficos de este gaucho son escasos. Pero el docente y difusor cultural mburucuyano, Topeka González entrevistó a antiguos moradores del pueblo y así pudo reconstruir su historia. «Era una persona alta de más o menos de 1,80 metros, bien plantado y respetado en la comarca, de cutis blanco y lacia melena. Recorría distintos lugares, como El Descabezado, Costa Grande, Empedrado Limpio. No tenía un lugar fijo donde se quedaba, siempre en casas de amigos», escribió.
«Era muy respetado por la habilidad que tenía con el facón, así lo demostró en varias peleas que tuvo. Cuando aparecía producía mucha bronca y también envidia porque en cada lugar tenía una guaina que le esperaba. Lo mataron el 20 de octubre de 1917, en el Paraje Costa Grande, cerca de un obraje de la firma Aranda y Compañía, hasta donde llegaba el legendario Ferrocarril El Económico», agregó en su cuenta de Facebook dedicada a reproducir relatos locales.
«Su cadáver fue trasladado a la Comisaría de Mburucuyá a lomo de caballo, lo que concitó la atención de la población, quienes se agolparon para ver el cadáver del famoso gauchillo. Con el tiempo se transformó en un gaucho milagroso. La mayoría de la gente busca ante su tumba una asistencia espiritual», agregó el investigador y mencionó que el personaje legendario avisaba a sus conocidos que los iba a ayudar aun después de muerto. «Él decía que cuando muriera y alguien le pidiera algo intercedería ante Dios para que le conceda la gracia, y que si lo lograba, debían llevarle ‘un cabo de vela a su tumba'», termina el relato.
ADVERTENCIA
De las tantas historias sobre favores cumplidos que sus devotos le agradecen, también hay una conocida en su pueblo, sobre la vez que intentaron profanar su tumba.

«En la década del 60 la autoridad municipal mandó a construir una fosa común en el cementerio local para ser depositados allí todos los restos de difuntos que ya no tengan más familiares o encargados que cuidaran sus tumbas, de esa manera dejaban espacios para futuros difuntos. Inmediatamente iniciaron el trabajo y antes de llegar a la tumba de Tuquiña, el encargado, le pregunta al jefe comunal si iban a proceder allí también. El hombre no quiso saber nada de historias y dijo que quitaran también la del gaucho», relató González.
Según esta historia, esa misma noche el jefe comenzó a tener pesadillas que no le permitieron descansar y cuando se lo comentó después a su secretario privado, este, que creía en Tuquiña le dijo que le prometa al gaucho que no iba a tocar su tumba «y a ver qué pasa». Desesperado, el hombre fue y le hizo esa promesa y después de eso pudo descansar otra vez sin problemas.
«Se levantó y fue otra vez a visitar la tumba y le dio la orden a sus empleados que la pintaran de colorado. Su poder quedó demostrado», termina la anécdota.
Este es, entonces otro de los personajes de leyenda que vivieron y murieron en los campos correntinos. Sus historias los hicieron dignos de un respeto que los inmortalizó en el fervor y la admiración.
Un compuesto de Antonio Álvarez Lottero, escrito para el gaucho, resume eso así: «Pero un día halló la muerte. Le picó en el corazón una avispa que escapara del revólver de Monzón. Y se hizo una leyenda en la tierra correntina. Vaya pues este compuesto ¡Por Galarza! ¡Por Turquiña!».

