Por Horacio Da Silva*
Aasesor de Medios de Comunicación
del Arzobispado.
Hermanos:
«El Espíritu del Señor Omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas.
Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros» (Isaías 61-1).
Hace ya doscientos seis años de esa idea casi utópica que se gestó en mayo de 1810 y que se concretó en julio de 1816 con la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata; hoy, «Argentina», con un largo camino recorrido.
Pero tal vez, si hacemos algunas analogías y comparaciones y contrastamos las etapas gubernamentales del pasado y del presente, nos daremos cuenta de que se luchó en vano, tanto por «la libertad y la independencia», difíciles de conseguir por su significado abstracto, que en una época lo entendimos, pero en estos últimos tiempos los estratos de la sociedad nacional que nos trasciende y nos atraviesa, es todo lo contrario y vemos y tenemos una Argentina dependiente, una Argentina esclava de sus vicios y pecados, a tal punto de estar enferma, sin rumbo y casi sin retorno.
Nuestro país adolece, peca, de una «soberbia y avaricia», con representantes iracundos que quieren el manejo de todo sin tener el timón del barco aún y no respetan la legitimidad de y la división de poderes, que lleva al desconcierto e inercia de un mandatario que no puede tomar decisiones propias y con las acciones de «lujuria» que ostentan riquezas que pertenecen al suelo argentino y cada vez más «gula» de poder y dinero, despilfarrando y sin distribuir equitativamente al pueblo.
Por otra, la constante «envidia» de todo ese entorno de competencia de quien gana en sus caprichos; que no deja ver más allá y perjudican la salud, la educación y la economía de la Patria, base del crecimiento.
Y un pueblo que está en terapia intensiva por la «pereza», pereza de no hablar, no expresar, no reclamar; la comodidad que, en definitiva, hace que su conformismo lo vuelva a la esclavitud.
¿Quieren borrar valores, sentimientos, actitudes y acciones como: revolución, independencia y libertad? O acaso esperan ¿La «ira» del Todopoderoso?
Eso no quiero para «Mi Pueblo».
Sanemos las heridas en el corazón y en la razón de esta tierra ensangrentada y no por las armas.
Pueblo querido, pidamos sanar…
Unidos como hermanos y Pueblo de Dios, recemos la Oración por la Patria:
«Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas.
Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén».
«Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» (Gálatas: 5-1).
Es Palabra de Dios.
La Paz y la Libertad permanezcan hoy y siempre entre todos ustedes. En el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
- Párroco de la localidad
de San Roque.
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