«El rugby no es un fin en sí mismo, sino un medio para disfrutar, para educar, educarse y para relacionarse”, sostenía el correntino que dejó su huella en el rugby argentino y mundial.
Carlos «Veco» Villegas nació en Corrientes y el 12 de junio de 1988 fallecía en un accidente aeronáutico en la capital misionera, previo a un partido de la selección Agentina y Francia, era el entenador de Los Pumas.
Treinta y cinco años del adiós a «Veco» Villegas a quien su accionar en el deporte y fuera de las canchas lo elevó como un gran maestro, el rugby afirmaba: «Es una actividad que va más allá que la de jugar en sí», y se refería siempre a los tres tiempos: «El primero, es el período que los jugadores le dedican al juego en la semana. El segundo, es el partido en sí mismo y el tercero, es el más importante de todos; es el del reencuentro con los oponentes y el árbitro luego de la batalla; es el del «agradecimiento mutuo por haberse ayudado a disfrutar del juego».
Un acérrimo defensor del amateurismo, un revolucionario del rugby, que a los 43 años se convirtió en leyenda tras morir (lo acompañaba su mujer, María. Sus cuatro hijos luego fueron adoptados por Carlos Contepomi, padre de Felipe y Manuel) el 12 de junio de 1988 en un accidente de avión.
Tras su paso como pilar y capitán del Liceo Militar, se mantuvo sin interrupciones desde 1970 como entrenador de SIC durante 18 temporadas, en las que logró 12 títulos, 5 subcampeonatos y un tercer puesto. También dirigió a Los Pumas, desde 1974 (con 29 años) a 1977.
Sebastián Perasso, hijo del «Gringo» Perasso -entrenó con el «Veco» al SIC y a Los Pumas en la década del 70-, lo conoció muy bien, ya que las dos familias compartían una gran amistad. Perasso (h) le dedicó un libro, «Veco Villegas, Pasión por el Rugby”, de casi lectura obligatoria para refrescar valores del deporte.
Uno de los certámenes más tradicionales del rugby juvenil de nuestro país se realiza en Tucumán desde hace 32 temporadas y rinde tributo a Carlos Alfredo «Veco» Villegas, hombre reconocido como uno de los grandes maestros que tuvo el rugby en nuestro país.
Este torneo comenzó en 1987, en coincidencia con el primer Mundial en Nueva Zelanda, bajo el nombre de Nacional de Clubes Campeones Juveniles. Al año siguiente se cambió a «Veco Villegas», en homenaje al amigo y socio honorario de Tucumán RC -el club organizador-.
«Esa primera prueba fue un éxito total», cuenta Pablo Acuña, uno de los creadores de esta competencia y actual miembro del Consejo Directivo de la UAR. Estábamos ante un campeonato muy importante, el mejor rugby juvenil del país. Fue esa misma impresión y conformismo la que vimos en las diferentes delegaciones que llegaron para jugar».
Veco fue un protagonista entrañable de nuestro rugby. Pasional, innovador, revolucionario y gran defensor del compañerismo, la ética deportiva y los valores del rugby. Incomparable.
Discípulo de otro enorme formador de nuestro rugby como «Catamarca» Ocampo, Villegas se formó en el club Liceo Militar donde fue jugador y entrenador, alcanzando el ascenso a Primera División en 1967. Luego, se mudó al San Isidro Club y allí marcaría a fuego una época, al igual que lo haría con Los Pumas.
Al frente del San Isidro Club cosechó 13 títulos del campeonato de Buenos Aires, en una de las etapas más fructíferas de la institución que lideraba al rugby nacional en esos años.
Otro de los grandes logros y reconocimientos que tuvo Veco, fue el de ser el único disertante de habla hispana en un Congreso Mundial por el Centenario de la Welsh Rugby Union que se desarrolló en Cardiff, en 1980.
La solidaridad de Veco no tenía límites. Sin distinción de nombres o camisetas, colaboró con todo equipo, club, seleccionado o unión provincial que necesitó de su ayuda.
Sin dudas, a Veco se lo recuerda por muchas cosas, no sólo por el rugby sino por sus frases características, una fuente de enseñanza constante: «El rugby educa porque en un mundo materialista es muy difícil desenvolverse sin tener que caer en ventajas personales, permanentemente se está marcando al jugador y se le demuestra que por bueno y brillante que sea, no podrá hacer nada sin la ayuda de su equipo. Se le enseña que en el rugby vale más la persona que el jugador».
Santiago, Francisco y Joaquín, los tres hijos varones de Veco, participaron del torneo en diferentes ocasiones, vistiendo la camiseta del San Isidro Club.
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