Hace unos años, los intendentes supieron ser un factor de poder con peso propio en el partido. Llegaron a ser 26, que se redujeron notablemente por las erráticas estrategias electorales de un peronismo sin conducción que, gobernando la Capital la perdió al ser funcional a los designios de Ricardo Colombi, anticipando las elecciones de 2017 en las que la derrota implicó no sólo perder meses después el Gobierno de la Provincia, sino una enorme cantidad de municipios. «Tincho» pareció liderar un grupo importante de jefes comunales del Interior, descontentos con el del principal distrito, pero con el correr del tiempo y, particularmente en los dos últimos meses, terminó «casi aislado», a contramano del resto de los otros ocho intendentes que hoy le quedan al PJ. Por estos días sigue dando qué hablar. Ayer, tuvo un discurso incendiario contra Gustavo Valdés al inaugurar el periodo ordinario en Paso de los Libres. Quizás sin recordar la alianza con la que fragmentó aún más el partido en 2019, perdiendo el PJ un senador. Su ausencia, sin justificación posible, al convite del Interventor partidario el último viernes pudo relacionarse con su accionar «en tándem con Gustavo Canteros», del cual se ha convertido en su principal impulsor, con operaciones de trastienda mediante las cuales pretende llevar el espacio legislativo que les podría corresponder al conjunto de los intendentes, si entre ellos resolvieran impulsar un candidato en común.
Hay un dicho habitual que dice: «Llegar se llega, muchas veces por circunstancias diversas. Lo difícil es mantenerse y mucho más proyectarse». Es lo que le ocurre al Jefe comunal libreño. Entra en el último tramo de su gestión en Paso de los Libres. No tiene reelección y sí un escenario complicado por delante en su propio pueblo, donde no tiene siquiera ordenada la casa. Con todo, tiene ínfulas de dirigente provincial, una chapa que no se adquiere de la noche a la mañana, como la de dirigente nacional. Ambas suponen un nivel de instalación que «Tincho» en la Provincia no ha logrado, con un altísimo porcentaje de desconocimiento en el cuerpo electoral.
En el marco provincial representa poco más del 5 por ciento del padrón general, distante del 9 por ciento que muestra Goya o el 37 que exhibe Capital. Lo mismo se da en el plano interno, donde la diferencia de votos con sus oponentes internos no acumula una diferencia que pese en la balanza provincial. Así como la tuvo, en su momento, Ángel Pardo, quien -conservando siempre su carácter de dirigente comarcal- supo pesar sin convertirse en dirigente provincial, en los acuerdos de superestructura que lo catapultaron, primero a la Vicepresidencia del partido con Vamos Compañeros; y luego, a la Presidencia en los tiempos de la Intervención de Joga. Pardo siempre volcó todo el apoyo en su departamento y supo construir, a fuerza de prepotencia de trabajo, un esquema que le sirvió para proyectarse a la escena nacional, donde terminó su carrera.
En el caso de Tincho, aunque familiarmente ligado a los Pardo, podría decirse que lo perjudicó el no saber administrar su crecimiento. A pesar de intentar erigirse en dirigente provincial, no logró el reconocimiento de tal. Y el pretendido liderazgo sobre el resto de los intendentes no lo pudo consolidar, quizás, porque «le picaron el boleto» en su propensión de hacerla personal.
Hoy, si entre los mandatarios municipales tuvieran que acordar un candidato para la grilla de diputados, con seguridad no avalarían la intención de Tincho, de promover a su hermana o al diputado Miguel Arias. Sus pares recuerdan que Paso de los Libres, aun siendo la principal Intendencia del PJ, ya fue pagada en la elección que lo nominó a Arias. Estiman más justo algún sistema de rotación donde San Roque reclama su lugar, sin dejar de mencionar a Esquina, que hace tiempo no tiene un diputado.
Con todo, lo que más enerva puertas adentro del peronismo es la propensión a ser funcional a la ofensiva de Gustavo Canteros que, en esta etapa refundacional del justicialismo, con la mira en 2025, debería apuntar a consolidar su identidad partidaria como columna vertebral de cualquier frente. Algo aplicable a algún senador capitalino que promueve a otros aliados, como el Intendente de Virasoro o al de Mercedes, socios coyunturales del PJ, de cuya pertenencia dará testimonio el tiempo.
La fallida convocatoria a Paso de los Libres semanas atrás, y la posterior reunión en Mantilla dispararon una andanada de críticas no apagadas. Quizás por ello, por estas horas, quienes operan contra el reloj para el armado tienen al menos la prevención de no quedar expuestos en las fotos a la irritación que genera el solo recuerdo de la imagen de una «Cooperativa» que ha contribuido al achicamiento del partido de cara a la sociedad.
«Juanchi» Zabaleta, en esta segunda etapa, esto es 2021-2023, pareciera haber tomado nota de lo exiguo del margen del que dispone. Sabe que se jugará fuerte, quizás como el nunca vio y más allá de que en Hurlingham están casi a las patadas. Pero Corrientes es Corrientes y las diferencias entre 2021 y 2023 en su contexto es notoria. Está claro que, más allá de las candidaturas circunstanciales de un turno electoral, lo que está en juego, de cara al futuro, es la conducción política del justicialismo como tal, que sólo puede ser la resultante de una elección interna que legitime las referencias electorales, con el peso incontrastable de los números, de modo que la unidad surja del voto de los afiliados y no de las llamadas listas de consenso que fueron debilitando el peso y la organicidad del PJ.
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