La pandemia de Covid-19 dejó cicatrices profundas en la sociedad, y una de las más alarmantes es el deterioro de la salud mental. Especialistas confirman que, tras el fin de las restricciones, se ha registrado un notable aumento en las consultas por ansiedad y depresión. Este fenómeno no solo afecta a nuevos pacientes, sino que también ha intensificado la demanda de quienes ya se encontraban en tratamiento.
Como se preveía a nivel mundial, una de las secuelas más graves de esta crisis sanitaria ha sido el incremento de las conductas suicidas. Tanto en Latinoamérica como en Argentina, se ha observado un aumento en los intentos de suicidio y en los suicidios consumados en los últimos años, una realidad de la que la provincia de Corrientes no escapa.
En diálogo con EL LIBERTADOR, la directora de Salud Mental y Adicciones del Ministerio, Graciela Pianalto explicó el trabajo de prevención que se lleva a cabo en la provincia.
«Frente a este escenario, las autoridades sanitarias han puesto en marcha acciones concretas. Siguiendo la línea del programa de abordaje integral del suicidio propuesto por el Ministerio de Salud de la Nación, Corrientes está trabajando fuertemente en consolidar un sistema de vigilancia epidemiológica», explicó.
Indicó que el objetivo de esta iniciativa es que los intentos de suicidio, ya sea que terminen en un desenlace fatal o no, sean reportados obligatoriamente, de manera similar a como se registran otras enfermedades de notificación obligatoria como el dengue o el Covid-19. Este control permitirá tener datos más precisos para diseñar políticas públicas efectivas y focalizadas.
Si bien la bibliografía tradicionalmente señala a los adolescentes y a los adultos mayores como los grupos más vulnerables, los informes estadísticos del Ministerio de Salud de Corrientes revelan que el mayor grupo de riesgo en la provincia abarca a personas de entre 15 y 39 años, además del grupo de adultos mayores.
CÓMO AYUDAR
La profesional manifestó que saber cómo actuar puede marcar la diferencia. «Es fundamental prestar atención a los ‘cambios conductuales importantes’ que rompen con la rutina de una persona».
Nombró que algunas señales de alerta incluyen:
-Cambios bruscos en el comportamiento: una persona sociable que de repente se aísla, o alguien introvertido que empieza a socializar en exceso.
-Retraimiento y tristeza: mostrar signos evidentes de aislamiento o un estado anímico decaído persistente.
-Alteraciones en el sueño: dormir demasiado o, por el contrario, no poder dormir, pueden ser indicadores importantes si se suman a otras situaciones.
Recomendación: aprender a escuchar
y acompañar sin juzgar
Si se detectan estas señales en un amigo, familiar o conocido, la recomendación es clara: aprender a escuchar y acompañar sin juzgar. Es crucial crear un espacio seguro donde la persona se sienta cómoda para expresarse. El paso siguiente, y fundamental, es ayudar a conectar a esa persona con servicios de ayuda y, sobre todo, con profesionales de la salud mental, quienes están capacitados para ofrecer el apoyo necesario.

