Es para «alentar y nutrir la adhesión de los creyentes a la persona del Maestro y Buen Pastor. Él es la Verdad, que convierte a los protagonistas de la sociedad, en verdaderos servidores de la verdad y del bien común. Su incidencia trasciende los templos para ocupar su lugar en la vida corriente. Para acallarla, se la intenta encerrar en ámbitos estrictamente religiosos, o en la exclusiva intimidad de cada conciencia».
1- Cuidarse de los escribas.
Jesús manifiesta una singular sagacidad al descubrir las contradicciones de sus ocasionales enemigos, situados entre los fariseos y escribas: «Cuidense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones» (Marcos 12, 38-40).
El Señor es severo con la hipocresía, viniere de donde sea, y fácilmente enseñoreada entre quienes asumen funciones jerárquicas, incluso en instituciones religiosas.
La denuncia de Jesús no es un desahogo temperamental sino una lección de vida.
Es de difícil aprendizaje.
Los más talentosos caen en la trampa, una y otra vez, y empujan al abismo a quienes ellos pretenden gobernar.
Una lección para todos, pero, particularmente para quienes se declaran creyentes.
- La historia como ámbito para la fe.
Por ser una exposición de la Palabra de Dios, proclamada mediante la Liturgia correspondiente, la homilía supera todo género parlamentario, para alentar y nutrir la adhesión de los creyentes a la persona del Maestro y Buen Pastor. Él es la Verdad, que convierte a los protagonistas de la sociedad, en verdaderos servidores de la verdad y del bien común.
Su incidencia trasciende los templos para ocupar su lugar en la vida corriente.
Para acallarla, se la intenta encerrar en ámbitos estrictamente religiosos, o en la exclusiva intimidad de cada conciencia.
Por su causa se originan conflictos de orden moral cuando, en un atropello incalificable, se sancionan leyes, sin dar lugar a legítimas objeciones de conciencia.
Ha ocurrido y, en circunstancias muy recientes, se han pretendido ignorar tales objeciones, intentando imponer normas que contradicen la fe de los bautizados en la Iglesia Católica.
La ignorancia supina, acerca de los contenidos de la fe, da lugar a tales atropellos.
- Un lenguaje severo y adecuado.
La buena educación, que incluye el delicado respeto a las personas, debiera hacer uso de un lenguaje adecuado.
Es comprensible que, en circunstancias excepcionales, se recurra a una terminología más severa, como la empleada por Jesús con los escribas y fariseos. También Juan Bautista echó mano a expresiones verbales de alto voltaje al comprobar, entre quienes acudían a su predicación y a su bautismo, algunos personajes que simulaban arrepentimiento.
El trato habitual de Jesús con los pecadores arrepentidos, como María Magdalena, y con los honestos buscadores de la verdad, como Nicodemo, expresa una cercanía y ternura incomparables.
Así lo aprenden los Santos, entre los que se destaca San Francisco de Sales. La mansedumbre no es timidez ni apocamiento. Es reacción a las penas y limitaciones de quienes sufren su extravío. Consiste en mirar a quienes nos rodean como Dios los ve, y con «los mismos sentimientos de Cristo Jesús…que se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (Filipenses 2, 5-8).
- Necesidad de la gracia.
Nos encontramos sumergidos en un clima atmosféricamente enrarecido por desavenencias e irreductibles desencuentros. Necesitamos motivaciones que conmuevan nuestro corazón e iluminen nuestro entendimiento. Las genera la gracia divina. Sólo requiere de nosotros un generoso consentimiento.
Como condición, se nos pedirá un propósito que incluya la asidua lectura y la meditación de la Sagrada Escritura. Los Sacramentos constituyen la significación de la gracia divina, realización y complemento necesario de la Palabra predicada y celebrada por la misma Iglesia.
* Homilía del domingo
7 de noviembre.
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