Pensar que niños menores de cinco años eran las principales víctimas de un virus que les podía costar la vida o dejarlos inválidos, suena hoy a una película de terror. Sin embargo, fue lo que pasó en Argentina en 1956, cuando el país sufrió la peor epidemia de poliomielitis, o simplemente polio, de la historia. Una amenaza de la que Corrientes no estuvo exenta.
La enfermedad causó estragos en todo el mundo, pero antes de ese evento, los casos en el país no habían llegado a los mil por año. El mayor temor era lo poco que se sabía sobre esta patología además de su alto grado de contagiosidad y gravedad, que provocó la muerte de aproximadamente un diez por ciento de la población que afectó.
Fue esta incertidumbre sobre el mal, también conocido como «parálisis infantil» lo que derivó en una paranoia generalizada. Más aún, teniendo en cuenta que todos los niños pequeños eran víctimas potenciales.
«Así pues, espontáneamente en la Capital y en muchas ciudades de provincia, la comunidad empezó por sí sola a extremar las medidas de higiene, a pintar con cal los cordones de las aceras, a colocar bolsitas con alcanfor en la ropa interior de sus hijos, a confiar en los vahos con eucaliptus y otras medidas similares», recordaron al respecto en uno de los números de la Revista argentina de Salud Pública dedicado a la enfermedad.
LA PANACEA
Mientras todo era temor y angustia tanto en la Argentina como en todos los países azotados por el virus, desde hacía un año, en Estados Unidos, Jonas Salk había anunciado que su vacuna estaba lista para ser usada. Su aporte a la humanidad no fue sólo por el descubrimiento tras un arduo trabajo, sino el hecho de que liberó la patente para que el medicamento se pudiera producir por laboratorios de todo el mundo. Su labor desinteresada iba a cambiar el rumbo de la historia.
Para mediados del ’56 con casi 6.500 casos reportados, Argentina inició las gestiones para la importación y puso en marcha el primer gran operativo nacional de vacunación masiva. Similar a lo que ocurre en la actualidad, con el Covid-19.
A partir de entonces esta primera vacuna, a la que se sumó la Sabin que se administraba por vía oral, fueron incluidas en el calendario de vacunación y fue lo que marcó el fin de la temible amenaza para los niños del país.
«Gracias a la vacunación contra la polio, no se registraron casos de poliomielitis en Argentina desde 1984 y la Región de las Américas se declaró libre de polio en 1994», sostienen en el Ministerio de Salud de la Nación.
RECUERDO
LOCAL
Hace cuatro años, en una jornada realizada como parte de las actividades por el Día Mundial contra la Polio, que se celebra cada 24 de octubre, el doctor Alfredo Revidatti había señalado que, en Corrientes, ya no había casos de la enfermedad, pero sí de personas que quedaron con secuelas por haberla padecido de niños.
La secuelas eran identificables en quienes padecieron la enfermedad. Iban desde atrofia en algunos músculos, parálisis en los miembros inferiores, hasta deformaciones en los pies, etcétera.
Hoy, aunque el país ya está libre de este virus, la vacunación sigue siendo la principal arma para mantener a salvo a los niños.
De las gotitas al pinchazo
en el muslo y el brazo
El 22 de abril del año pasado, por resolución 814 del Ministerio de Salud de la Nación, se modificó el esquema de vacunación nacional por recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El cambio dejó atrás a la oral bivalente conocida como Sabin, dando paso a la vacuna (IPV) llamada Salk.
Poco más de un mes después, el 1 de junio, en Argentina entró en vigencia un cambio en el esquema de vacunación en el marco de la estrategia mundial para erradicar la poliomielitis. A partir de entonces, de inmunizar a los niños con dosis combinadas de Sabín y Salk, se pasó a inmunizarlos completamente con la vacuna inactivada (IPV) Salk.
El licenciado en Enfermería, Gastón Gómez Rossel del Vacunatorio de la Unne brindó detalles sobre este importante avance y cambio en el calendario de vacunación infantil. En entrevista radial emitida entonces por Radio Unne 99.7, el especialista explicó: «La oral Sabín fue una de las vacunas que ayudó a la República Argentina a erradicar la poliomielitis. Este tipo de inmunización se utilizaba ya desde 1971 en los operativos masivos que se realizaban en el país», explicó el especialista.
Con el paso del tiempo y el reporte del último caso de poliomielitis en Argentina en 1984, la OMS puso fechas para ir quitando cepas del componente oral de la vacuna Sabín, la que hasta entonces era trivalente por tener en sus componentes los serotipos 1, 2 y 3 de la enfermedad.
«Fue así que en 2015 esta vacuna pasó a ser bivalente (quedaron sólo los serotipos 1 y 3 activos en la dosis) para finalmente -el pasado 1 de junio de 2020- sacar definitivamente del calendario de inmunizaciones las dos gotitas conocidas como Sabin oral», detalló el licenciado.
A su vez, Gómez Rossel explicó en detalle la forma de administración de la vacuna intramuscular Salk. «Los bebés la reciben en el muslo y los niños en edad escolar (5/6 años) en el brazo, con efectos adversos pos vacunación por todos conocidos. Donde es habitual que presenten febrícula, calor o rubor en la zona de aplicación, mialgia del deltoide (dolor del músculo del brazo donde recibió el pinchazo). Todos, procesos esperables sin mayores consecuencias», indicó en esa oportunidad.
La inmunización es gratuita y se realiza en los Centros de Atención Primaria de la Salud, Hospitales, Vacunatorios y Centros de Salud.
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