GOYA. El obispo diocesano, monseñor Adolfo Ramón Canecín, envió a los medios de comunicación social el Mensaje del Papa Francisco para la 56ª Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2023, que en esta oportunidad tiene por título «Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el Covid-19 para trazar juntos caminos de paz» y por lo que precisamente tras la pandemia se refiere al flagelo de la guerra como un «virus más difícil de vencer».
El Obispo de Goya propone «rezar con el mensaje y darlo a conocer a todos», porque «es hora de parar un rato para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar», según la propia invitación del Sucesor de San Pedro contenida en el texto del Mensaje.
Francisco invita a reflexionar sobre las lecciones dejadas por la pandemia y la guerra en Ucrania, e indica el camino hacia la paz: «Juntos, en fraternidad y solidaridad, construimos la paz, garantizamos justicia, superamos los hechos más dolorosos».
En cinco puntos, sobrevuelan las problemáticas del mundo actual, entre la pandemia del coronavirus, sus efectos y los conflictos aún activos en el mundo, con especial referencia a la guerra en Ucrania.
«Aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento», el Papa reivindica el llamado a «mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, orienta nuestro camino».
Al recordar que la pandemia «nos arrastró en medio de la noche» y luego de mencionar algunas de sus consecuencias, Francisco concluye que «rara vez los individuos y la sociedad avanzan en situaciones que generan tal sentimiento de derrota y amargura; pues esto debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo». En este sentido, acota que «la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias».
Al cabo de tres años, el Sumo Pontífice considera que «ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar -de forma personal y comunitaria-; un tiempo privilegiado para prepararnos al día del Señor», escribe.
Además, plantea una serie de preguntas para la reflexión, e insiste en la urgencia de buscar y promover los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. Añade que, «de esta experiencia, ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra juntos
en el centro».
Luego de la crisis sanitaria, Francisco observa que fuimos testigos del inicio de «otro azote», en alusión a una nueva guerra, en Ucrania.
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