Martín Schneider es un joven médico santotomeño de 33 años que hace algunos años se fue de Santo Tomé para formarse en la profesión que supo ejercer su abuelo, «Pino» Schneider y su padre «Tupy» Schneider. Luego de recibirse como médico clínico en la Unne, se trasladó a Buenos Aires para realizar su especialización de cirujano en el hospital Naval Pedro Mayo de la Armada Argentina, donde además fue jefe e instructor de residentes y médico de planta.
20-CONTRATAPA-21El parate de la pandemia le hizo pensar en volver al pago y luego de pasar un año en la ciudad de Victoria (Entre Ríos), hoy está sentando bases en su terruño, ya como médico del San Juan Bautista y de una clínica privada.
Martín no escondió su gusto por el campo y lo tradicional. Ejecuta el acordeón y le encanta el chamamé, un hobby que lo acompañó a lo largo de su formación profesional, al punto de calificarlo como una terapia para quienes estudian o desarrollan esta actividad que requiere de mucha responsabilidad. También, al igual que su padre, dijo gustarle la política, aunque aclaró que no siente que aún sea el momento.
Se recibió a los 23 años y puso proa hacia Capital Federal para especializarse. «Hace poco más de tres meses que estoy sentando bases en mi pueblo Santo Tomé. Estoy formando una familia, siguiendo los pasos de mi abuelo y de mi papá. Hay que recordar además que tengo dos hermanas. Una es médica especialista en diagnóstico por imágenes, y otra está formándose en esta profesión», detalló Martín para resaltar el apellido Schneider en la medicina local.
A BUENOS AIRES
«Ingresé a la Facultad de Medicina de la Unne, donde realicé mi dura y ardua carrera universitaria; tengo un gran recuerdo. A los 23 años ya estaba recibido y tomé la difícil decisión de irme a Buenos Aires a ver qué pasaba, como todo correntino que quiere probar suerte, y después termina volviendo. La idea era adquirir experiencia, es una decisión de vida. No conocía Buenos Aires y fue todo nuevo, pero me sirvió para hacer experiencia lejos del pago, de toda zona de confort. Es muy difícil ganarse un lugar. Tomé la decisión de irme a Córdoba, donde trabajé en un hospital. Volví a Buenos Aires porque tuve un llamado del hospital de la Armada Argentina Pedro Mayo y terminé realizando mi formación ahí. Mi paso por el hospital naval de Buenos Aires fue una experiencia hermosa que me llevó cuatro años. Fui elegido Jefe de Residentes y después Instructor de Residentes por un año más. Cuando decidí irme me ofrecieron quedarme como médico de planta. Año que aproveché para hacer una subespecialidad en endoscopía digestiva. Cuatro años que me iba a llevar mi especialización se transformaron en siete. Casi ocho años en el hospital naval que considero como mi casa».
PANDEMIA, DECISIONES Y AL CAMPO
Martín se refirió a la llegada de la pandemia. «Estaba en Buenos Aires y sentí un llamado interno de que tenía que tomar una decisión, de asentarme para formar mi familia, a pesar de que ya estaba súper estable con mi señora que es Sol. Armé un bolsito y me fui al campo de la familia en Santo Tomé. A la estancia de mi abuelo, donde crecí. La Alejandra, donde me quedé por un año. Tenía ganas de darme un tiempo para mí y fue buenísimo porque amo el campo. Puedo decir que me crié en paraje Gómez Cué. Tenía visitas fortuitas a Entre Ríos y mi señora quedó embarazada. Me tuve que ir a esa provincia donde estuve un año viviendo y trabajando como médico cirujano hasta que un día me desperté y dije ‘este es un hermoso lugar, pero no es el mío’, recordó.
«A pesar de su fuerte influencia, jamás mi padre me ha condicionado para volver a Santo Tomé. Todo lo contrario, siempre me mostraba las posibilidades que había en otros lados lo que me da una tranquilidad interna», agregó.
Familia
«Soy muy familiero, nos juntamos todo el tiempo. Hablamos mucho, opinamos mucho y ahí empiezan las discusiones, pero termina siendo sumamente productivo. Sol es un eslabón fundamental en mi vida, me apoya un montón; siempre supo que no es fácil convivir con un médico, y es el alma de la casa a pesar de que también trabaja y se dedica a Silvestre, que es mi hijo que ya tiene un año y tres meses. Sol es un horcón fundamental en nuestro rancho», resaltó.
Tercera generación
La palabra cirugía es sinónimo de la familia Schneider y Martín es la tercera generación. «Siempre me interesó y por eso fui tras esa especialización. Estudié también endoscopía digestiva y ecografía. Pienso ponerlo en práctica en un futuro cercano, porque en la medicina de hoy la aparatología que ayude a acercarnos al diagnóstico es primordial. El paciente confía mucho más en un médico que aplica lo nuevo, si bien es importante no perder las bases como el interrogatorio y el sentido común», remarcó.
¿Y el pueblo?
«Está creciendo; tuve la oportunidad de conocer muchos lugares del país, y nuestro pueblito es digno de comparar. Siempre las discusiones que tenemos en la casa de mi padre está relacionado con el crecimiento santotomeño; lo que trajo la Fundación Barceló fue un crecimiento abismal, pero tenemos que crecer en todos los aspectos, en lo cultural, en lo ambiental, en la limpieza, en la optimización de los servicios municipales, es lo que nosotros como familia deseamos», puntualizó.
¿Pesa el apellido?
«No. Siempre estuve preparado para esto. Sabía que si no me formaba para lo que me esperaba, iba a ser difícil. Siempre supe quién soy. Eso no quita que todos somos diferentes y no me puedo comparar con Pino ni Tupy. Trato tomar sus consejos porque son dignos de imitarlos, aunque estoy lejos de llegar a ser lo que ellos», enfatizó.
Otra herencia familiar
Una de las pasiones de la familia Schneider siempre fue la política. Empezando por Pino y luego por Tupy. «En mi casa siempre se habla de política. Pero no es algo fácil. Hay que ser pensante y no hablar por hablar, hay que saber escuchar todas las campanas para formar una opinión. Si bien siento que no es mi momento para involucrarme, me gusta, y en algún momento me voy a meter. Antes voy a tratar de prepararme. Para involucrarse hay que hacerlo seriamente, para utilidad de la gente. Recién estoy sentando mis bases en Santo Tomé. Si se da para más adelante lo analizaré con detenimiento», aseveró.
Diferentes
«De política hablamos mucho con mi papá, pero siempre nos terminamos peleando. Llegan a surgir unas discusiones violentas, al límite», cuenta entre risas y añade: «Tenemos siempre opiniones que no coinciden. Mi padre toma la política con demasiada pasión, se frustra mucho por ciertas cosas. Pero tengo que reconocer que es un hombre de ideas, ha hecho un montón, y se supo ganar el respeto», enfatizó.
Hobby
Martín adoptó algunos pasatiempos como el acordeón. «El chamamé es como mi religión. No estoy seguro de ser tan católico como chamamecero. La verdad que me encanta. Cuando estaba terminando la secundaria, se me ocurrió aprender a tocar ese curioso instrumento. Tenía 16, 17 años. Estoy completamente seguro de que a mis viejos les habrá agarrado un miedo interno de que les saliera músico en vez de médico. Le pedí a don Heracleo Ríos, gran persona, gran consejero que me enseñara. Me sugirió que practicara con su hijo, Josecito Ríos, quien en ese momento tenía 11 años. Con esa edad tuvo su nuevo alumno. Mantengo una relación hermosa con esa gente, José es un gran amigo», recordó con alegría.
Libros y acordeón
En relación a esa costumbre de los estudiantes universitarios de tener ese hobby de la música, principalmente del folclore, Schneider resaltó: «Lo que pasa es que la música es una actividad tan linda, ayuda para salirse de estar pensando todo el día en la medicina. Para mí es una terapia, es salir un poco de la rutina diaria, de descansar un poco la mente. Son muchas decisiones las que como médicos tenemos que tomar durante el día. Aconsejo practicar música como actividad paralela».
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