En medio de una crisis que golpea a los que menos tienen, un puestero de frutas bellavistense vio destruido su único sustento y ahora intenta recomponerse con ayuda de amigos y vecinos.
La inseguridad volvió a mostrar su rostro más crudo en Bella Vista, esta vez contra un trabajador que dedica sus días a ganarse la vida en la vera de la Ruta Provincial 27. Carlos Quintana, vendedor de frutas y miel, llegó el lunes a su puesto ubicado cerca de la intersección con calle San Martín, a pocos metros de Belgrano, y encontró una escena que lo dejó sin palabras: su carro había sido violentado y gran parte de su mercadería y herramientas de trabajo habían desaparecido.
El hecho, ocurrido durante el fin de semana, fue un golpe directo a su economía diaria y a la fragilidad que viven muchos trabajadores informales, quienes sostienen sus hogares con esfuerzo y sin ninguna red de protección. Quintana relató la amarga experiencia en radio Bella Vista, donde expresó su sorpresa e impotencia al ver el daño provocado.
Según contó, desconocidos rompieron el carro donde guarda la mercadería utilizando, al parecer, barretas u otras herramientas similares. Del lugar se llevaron frutas, miel, una balanza y elementos indispensables para su labor. «No es de mucho valor, pero a uno le duele porque de esto vive. Rompieron cosas que me habían prestado y ahora tengo que arreglarlas», lamentó, visiblemente afectado por un daño que va más allá de lo material.
El puestero estimó que el robo habría ocurrido durante la madrugada del sábado. Sin embargo, recién descubrió lo sucedido el lunes, ya que el domingo no trabajó por la lluvia. Era la primera vez que sufría un hecho de esta naturaleza, y aunque el golpe económico fue fuerte, aseguró que continuará adelante, sostenido por la solidaridad de aquellos que conocen su lucha diaria.
«Mis amigos me llaman, me ayudan. Tengo buenos amigos que colaboraron para que salga adelante», expresó con gratitud. Quintana decidió no radicar la denuncia, convencido de que el trámite sería engorroso y poco útil para recuperar lo perdido. En cambio, tomó la decisión de llevar todos los días la mercadería a su casa, para evitar que los daños vuelvan a repetirse mientras intenta recomponer su espacio de trabajo.
En ese mismo sentido habló Antonio, compañero de ruta y también trabajador de la zona, quien se acercó a colaborar con frutas para que Quintana pudiera retomar la jornada. «Es un tipo luchador. Ojalá no le vuelva a pasar. Esto es su fuente de trabajo», señaló, reflejando la solidaridad que florece pese a la dificultad.
El caso expone una vez más el drama cotidiano que atraviesan tantos trabajadores de la economía popular, que viven de lo que producen día a día y cuyos ingresos dependen exclusivamente de la estabilidad de su puesto. La violencia contra estos espacios no solo destruye mercadería: golpea directamente la dignidad de quienes, con esfuerzo, sostienen a sus familias en un contexto social cada vez más incierto.
Aun así, Quintana volvió al kilómetro donde trabaja desde hace años, decidido a continuar. «Estamos los siete días de la semana acá, trabajando para ganarnos el pan de cada día. Ojalá cuiden más los puestos y no vuelvan los maleantes», dijo con esperanza, mientras reconstruía su carro con lo poco que quedó en pie.
El episodio, registrado por la emisora bellavistense y por el periodista Braian Valverdi, puso en primer plano la indefensión creciente de los trabajadores rurales e independientes, quienes enfrentan el doble desafío de sobrevivir a la crisis y a la delincuencia que, como en este caso, no respeta esfuerzo, edad ni oficio.

