Algunas costumbres marcaron la forma en que las familias debían comportarse antes, durante y después de los velorios. Muchas, hoy suenan extravagantes, pero eran formas de mostrar el dolor de una pérdida.
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
Hoy se celebra el Día de los Fieles Difuntos y como ocurre todos los años, es una jornada especial en la que se recuerda a los que ya no están. Los cementerios de toda la provincia reciben a muchas personas que van a visitar el lugar de descanso eterno de sus seres queridos. También hay misas en las capillas e iglesias y rezos en casas particulares para honrarlos una vez más.
Estas son algunas de las prácticas vinculadas a la muerte que sobreviven y son respetadas en la comunidad. Pero existieron otras, un poco más extremas, que apuntaban a expresar socialmente el dolor de una pérdida de maneras que hoy resultan impensadas.

Una de las más comunes hasta hace pocos años era la del luto riguroso, especialmente en las viudas. En la página de Facebook Corrientes del Ayer, una usuaria preguntó si antes era obligatorio vestir de negro mucho tiempo ante la muerte de un familiar y las experiencias compartidas por otros miembros de la comunidad dan cuenta de las normas estrictas que había que cumplir:
*Negro total: la viuda debía vestir un luto riguroso durante un año y luego el medio luto, con una cinta negra en el brazo por seis meses más. Sin embargo, se sabe de muchos casos en los que las mujeres vistieron ropa, calzados, guantes, mantilla y sombreros negros durante muchos años tras la muerte del esposo.
*En silencio: algunos recuerdan que cuando alguna persona de la casa había fallecido, nadie podía escuchar música por varios días, ni siquiera prender la radio. Además, a algunos niños se les decía que en la escuela no debían salir al recreo porque la familia estaba de luto.

*Cintas negras: era común que se colocaran cintas de ese color en el brazo por encima de los guardapolvos de los niños y en las camisas de los jóvenes. Los hombres ponían una pequeña cinta negra al frente de sus sacos o en camisas, en el lugar donde se colocan las escarapelas los días patrios.
Esta tradición era tan fuerte que en las tiendas y mercerías había un rubro especial de «Lutos», donde se vendían telas negras y accesorios a distintos precios. Y para las familias menos pudientes, también se les ofrecía tintas como la anilina para que pudieran teñir las prendas que tenían.
LAS LLORONAS
Otra de las costumbres típicas de los velorios, que se hacían generalmente en las casas, era la de contratar a las lloronas. Estas eran mujeres que iban a llorar en los cementerios y velorios. Por lo general, eran viudas que hacían de su propio dolor un oficio y las más reconocidas eran las que más fuerte se lamentaban porque transmitían la sensación de angustia y tristeza a los presentes.
La página Red Funeraria explica sobre la función espiritual de estas mujeres: «Las lloronas eran contratadas porque se creía que los llantos que emitían limpiaban el alma del difunto de pecados facilitando así su alcance rápido a la gloria eterna. Además estas lloronas servían de posta para que los deudos pudieran atender a quienes iban a la ceremonia de despedida».
LAS REZADORAS
Otras mujeres muy presentes en los velorios eran las rezadoras, contratadas especialmente para guiar los rezos de las familias, seres queridos y vecinos del difunto para que este tenga su descanso eterno. Era común que permanecieran toda la noche previa al entierro junto al cajón.
SOCIALES
Cuando una persona fallecía, el anuncio se conocía en los alrededores porque las iglesias o capillas de cada pueblo debían hacer sonar sus campanas. Era una forma de anunciar la triste noticia para que la comunidad pueda ir a dejar sus condolencias a la familia. Y sobre esta cuestión de enviar condolencias, hasta hoy algunas personas siguen haciéndolo a través de los avisos fúnebres en los diarios.
Finalmente, el Diccionario Folklórico Argentino de Félix Coluccio enumera algunas de las costumbres y supersticiones vinculadas a la muerte: «Al muerto es necesario ponerle ropa interior nueva para que no se le corte el hilo cuando ande por subir a la gloria. Cuando se sienta un silbido en el oído hay que rezar un credo porque la muerte anda cerca. Es necesario sacarle los tacos al calzado del difunto para que no haga ruido cuando vuelva a visitar su casa. Durante nueve días debe ponerse agua en su pieza porque de tanto andar vuelve el espíritu con sed. Sus prendas es necesario ponerlas en el cajón o venderlas para que no vuelva por ellas».
Casi en el olvido, estas prácticas revelaban un profundo respeto por la muerte y el dolor por el ser querido ausente. Y eso es algo que sobrevive al tiempo aunque cambien las costumbres.

UN RESGUARDO. Una antigua tradición ordena cubrir los espejos de la casa en la que se hace el velatorio. Según se decía, el alma del difunto vuelve a despedirse de sus cosas y familia durante varios días después del entierro y es en ese tiempo en que puede quedar atrapada atraída por el reflejo de los cristales.

NEGOCIO. La ropa de negro era un mandato que nadie podía evadir y las tiendas tenían una sección especial denominada Lutos, para vender telas, accesorios y tinturas de ese color. Hasta hace unas semanas, eso se mostraba en la fachada de lo que fue la tienda La Gran Mundial en la esquina de Junín y Córdoba.

