Natalia Bonal vivió gran parte de su vida en el barrio de Caballito, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero hace un año cambió su vida y decidió mudarse a Corrientes. Y continuar sus estudios de Ciencias Veterinarias en la Universidad Nacional del Nordeste.
Una experiencia de voluntariado le ayudó a reconfirmar su pasión por los animales. Y su deseo por cambiar la realidad por la que atraviesa la fauna silvestre la llevó a emprender en una nueva provincia.
Aventurarse
El deseo de ayudar es una pasión que la compaña desde pequeña. «La idea de poder curar a un animal era algo increíble para mí», contó Natalia a EL LIBERTADOR.
«Antes cursaba en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Pero a partir de un voluntariado que hice en Güirá Oga (un Centro de rescate, rehabilitación y recría de fauna silvestre en Puerto Iguazú, Misiones) decidí cambiarme», destacó la joven. También explicó que esa experiencia le abrió los ojos, al punto que cuando regresó a Caba decidió armar su equipaje, tomar a su perra y viajar hasta la Capital correntina.
Los motivos fueron varios, según destacó. «Por un lado, estar más cerca de Misiones y seguir colaborando en el Centro. Elegí a Corrientes, porque está apostando mucho por la conservación de la fauna autóctona».
«Corrientes me pareció una provincia excelente para desarrollarme y aprender todo lo que se pueda, porque tiene muchas opciones. Iberá, es un lugar increíble que está haciendo mucho por la reintroducción de especies que desaparecieron hace años», destacó la joven de 29 años.
Propósito social
Con respecto a su talento para dibujar, Bonal dijo: «Es algo que siempre me gustó hacer, y también estuvo presente desde mi infancia». También mencionó que en su mente siempre persistió la idea de vivir del arte, y si bien era algo que consideraba difícil, un día decidió animarse.
Cabe resaltar, que Natalia es diseñadora gráfica. Pero nunca se especializó en dibujo, «siempre fue algo que le salió», enfatizó. También añadió que «mi objetivo es ser una profesional y formarme en todo lo que pueda sobre fauna. Hoy, mi aporte lo hago desde el arte».
También destacó que se trata de un método terapéutica. «En donde me conecto con lo que siento. Me salvó de muchos momentos», marcó.
En lo que respecta a su colaboración en Güirá Oga, destacó: «Fue increíble lo que viví ahí. Y eso me inspiró. A partir de allí, quise mezclar el arte y la conservación, para compartir todo lo que aprendí», subrayó la joven.
Bonal, también agregó que eso le permitió aprender que «muchas de las cosas que afectan a la fauna son responsabilidades del ser humano». Por ejemplo, animales atropellados; destrucción de habitad, entre otras cosas.
«Lo más importante es que todos podemos involucrarnos y ayudar desde nuestro lugar». Natalia mencionó que tuvo la oportunidad de presenciar varias situaciones, una de las que más le marcó, fue cuando llegó al Centro una mona carayá con el fémur fracturado. Y vio cómo uno de los veterinarios estuvo durante cuatro horas intentando arreglarlo, «para que ella tenga chances de ser libre, otra vez», explicó.
«Esa mona se llamaba Ypotyva (en guaraní, significa «renacer»), porque literalmente eso fue lo que le ocurrió durante su proceso de recuperación», comentó la joven estudiante. Natalia tomó ese nombre, y la historia que hay detrás, y fundó «Ypotyva arte y fauna».
Su principal medio de venta es su cuenta de Instagram. En el que comparte: stickers, láminas, señaladores, cuadernos e incluso remeras que llevan sus diseños de toda la fauna argentina.
Para concluir, la joven reflexionó en que «vivimos en tiempos de mucha indiferencia, incluso entre nosotros como personas. Y los animales lo sufren aún más». Y por esa razón, considera que es indispensable que cada persona pueda sumar su grano de arena. «Por ejemplo, respetando la velocidad para circular por las rutas, y así evitar más muertes», concluyó.
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