Un emprendimiento que nació como un juego, y una herramienta como para recaudar un viaje de egresados, se convirtió ahora en otra opción más para desayuno, merienda o postre. Se trata de un «negocio», como lo definen Maximiliano, Alejandro y Santiago, tres amigos que el año pasado terminaron la escuela secundaria y que ahora cursan el primer año de la Licenciatura en Sistemas, de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne).
«Nosotros arrancamos el emprendimiento en quinto año del Secundario, estábamos en el San José y lo vimos como una oportunidad para emprender. Obviamente sin ningún objetivo, sin ideas de nada», expresó Maximiliano, durante la entrevista que EL LIBERTADOR mantuvo con los jóvenes. En ese sentido, comentó que lo vieron como una receta que les pareció fácil.
El producto no es muy distinto a otros que se encuentra en el mercado, aunque tiene su diferencia: «En este caso era una receta de la típica chocotorta, pero nosotros le dimos el toque de bañarla en chocolate», dijo el joven.
«Nuestro objetivo es solventar un poco los gastos de nuestros papás, ayudarlos a pagar nuestra ropa o los materiales de estudio, o si necesitamos imprimir algo. También como para aprender el tema del negocio y del emprendimiento. Además de estar estudiando, queremos aprender del dinero y cómo fluye», señaló, por su parte, Alejandro.
Maximiliano, Santiago y Alejandro, los primeros dos de 18 años y el último de apenas 17, llevan así su emprendimiento. «Comenzamos creyendo que era un juego, ‘vamos a vender y lo que sale, sale’, dijimos. A mediados del año pasado nos preguntamos ‘¿y si podemos llegar a crecer como un negocio, como un local, no verlo más como un juego, sino como un emprendimiento real?'» , reveló Alejandro y comentó que desde ese momento comenzaron con el sueño de crecer como una empresa.
LA PRIMERA VEZ
Los muchachos aprovechan que Maximiliano vive cerca de la rotonda para ir a ofrecer sus alfajores. Ahí empezaron con una técnica de auto publicidad poco usual: dan una muestra gratis de sus chocolindas, a cambio de que quienes acepten los sigan en sus redes sociales (@chocolindas_ctes).
«El feedback que nos da la gente, nos encanta recibir los mensajes ‘están muy ricos’ o ‘están riquísimos’. Mi familia me dijo: ‘Mirá el producto que armaste, mirá lo que hiciste, andá y ofrecelo'», destacó Maximiliano.
Algo más tímido, Santiago explicó cómo es el proceso de armado de la chocolinda, el nombre que eligieron para darle al alfajor que crearon. «Lo primero que hacemos es mezclar el dulce de leche con queso crema, armamos como si fuera un alfajor, con las dos tapas. Va una tapa de Chocolinas, la crema y otra Chocolina. Luego, los dejamos en el freezer un rato para que tenga una contextura más sólida y que no se deforme a la hora de bañarla en chocolate. Después retiramos del freezer, la bañamos en chocolate, la dejamos reposar y queda a disposición del cliente, en la heladera», describió.
DIFERENCIACIÓN Y OBJETIVOS
En cuanto a los próximos objetivos que tienen los jóvenes, tienen en mente avanzar con las redes sociales. «Sabemos que ahí está la gente, el 90 por ciento de nuestras ventas fue vía redes sociales», subrayó Alejandro.
Por último, el chico explicó que ellos intentan diferenciarse en relación a los tiempos de espera. «Contratamos cadetes, que son amigos nuestros, a quienes obviamente le damos una comisión de la venta. Intentamos diferenciarnos en que el envío del producto sea rápido, que el cliente espere como máximo 15 minutos», resaltó.
El apoyo de la familia como impulso
El apoyo de la familia, como pilar fundamental para continuar con las ventas. Así lo plasmaron en sus palabras los estudiantes universitarios de primer año.
«Mi familia está muy contenta. Ellos me dijeron que quieren que termine la carrera, que no me enfoque en otra cosa, pero yo les dije que es mejor comenzar a ver el tema del negocio, curtirse y mejorar para un futuro. Todos mis familiares me dicen es un emprendimiento muy especial porque tenemos un producto único que tiene mucho por escalar», comenzó Alejandro.
Maximiliano, por su parte, coincidió con su compañero y relató: «Mis viejos me dijeron que estudie y que no juegue con otras cosas. Los entiendo porque sus padres les obligaban a que estudien. Mi mamá es re emprendedora y gracias a Dios me pudo entender. Eso me dio pie a que le ponga todas las pilas al emprendimiento y que sean los dos una prioridad. Al igual que mis dos socios, yo lo veo como un negocio, como una empresa».
Finalmente, Santiago contó la reacción de su familia, al conocer su trabajo y acentuó las tareas en equipo. «A mi familia al principio no le gustó. Me dijeron que iba a ser una distracción y me iba a alejar de los estudios», aseveró, aunque indicó que «después les gustó, sobre todo que no esté trabajando solo, sino en equipo».
Para concluir, admitió que sus padres ven al emprendimiento «como algo positivo, ya que me puedo enfocar en otras cosas no solamente en estudiar. En general lo aceptaron bien».
Organización
Los compañeros, antes de escuela y ahora de facultad, fueron divididos y por ello organizan sus horarios para continuar con su emprendimiento. «Nos tuvimos que organizar cada uno y de acuerdo al horario que tenía se dedicaba a hacer estas cosas. Yo me encargo de la parte de anotar los gastos, tenemos un Excel, donde vamos anotando los gastos, las ventas, cuánto nos cuesta armar una caja, cuánto nos cuesta hacer un alfajor solo», indicó durante la entrevista Santiago.
Asimismo, uno de los jóvenes, de 18 años, expuso cuáles son las tareas que le tocan a cada uno: «Maxi se encarga de la parte de realizar envíos o de abastecer nuestro inventario, y Alejandro se encarga de armar las cajas de los alfajores, entonces llega Maxi y ya se puede entregar el producto fácilmente».
SIN DEJAR EL ESTUDIO DE LADO
«Los fines de semana intentamos priorizar la producción de todo lo que sería la chocolinda y entre semana juntarnos para organizarnos con el tema del estudio. Aunque no estemos en las mismas comisiones, tenemos los mismos temas, entonces intentamos llevar juntos la carrera», añadió Alejandro.
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