Por Noelia Barrios
EL LIBERTADOR
El padre Roberto Carlos Pini, de la parroquia Nuestra Señora de Itatí en la Capital, tiene muy en claro qué es la solidaridad. «Es dar a otros lo que uno se daría a sí mismo. Dar cosas buenas», dice y lo predica de la manera más efectiva, con el ejemplo. Por eso no es de extrañar que esté al frente de una serie de acciones en beneficio de la comunidad, y que una de las más importantes sea el refugio Beato Juan Pablo II, que recibe y brinda contención a personas que pasan momentos de angustia y necesidad.
El trabajo en este espacio empezó hace una década con el objetivo de darles un lugar donde pasar la noche a quienes más lo necesitaran. «Primero fue para los que estaban en situación de calle. Pero después, viendo a la gente que dormía afuera o en el pasillo del hospital Vidal, nos dimos cuenta que ellos estaban todavía más necesitados. Para el resto hay otras instituciones que tienen las herramientas para ocuparse de eso. Esta gente no tiene a quien recurrir por ayuda», contó el padre Pini a EL LIBERTADOR.
Se refirió a las personas que vienen de localidades del Interior y deben hacerse distintos tratamientos o tienen familiares internados en la Capital y no cuentan con un alojamiento porque no tienen los recursos. «Lo que hacemos acá es darles un lugar donde descansar, poder higienizarse, lavar sus ropas y alimentarse, para hacerles más llevadero el momento que atraviesan», agregó.
El párroco también mencionó casos de personas que deben someterse a una intervención y no lo pueden hacer hasta que garanticen que tienen un lugar dónde quedarse. Es ahí, donde el refugio pasa a cumplir un rol vital, además de lo puramente solidario.
«Tenemos contacto con las personas del servicio del Hospital Materno Neonatal, el oncológico del Vidal y el Cardiológico. Este año, en plena pandemia se realizaron cirugías muy costosas y de alto riesgo a bebés. Se las pudieron hacer, gracias a que se alojaron acá. Porque necesitaba la confirmación de un alojamiento en la ciudad para organizar el equipo médico y la intervención», recordó.
El requisito para tener un lugar en el refugio, es contar con la derivación de un médico. El miércoles pasado estaban con 30 personas hospedadas. «Pero todo este tiempo estuvimos trabajando arriba de las 45. Bajó un poco para la Navidad y después empezamos a recibir de a diez y de once por día otra vez», detalló.
UN GOLPE
Sobre el impacto que provocó la pandemia, el padre Pini dijo que las más afectadas fueron las personas del Interior. «Ellos sufrieron mucho con sus tratamientos postergados por las restricciones y con los cierres permanentes de sus pueblos. El Interior requiere de una buena atención sanitaria. Acá, en los hospitales la tienen, es para sacarse el sombrero, pero a veces no llegan a tiempo», reflexionó.
Así contó que, si bien cada caso es único, lo afectan mucho los de las personas con tratamientos oncológicos. «Uno ve gente joven, ve cómo hay chicos que se quedan sin la madre. Y no es porque descuidaron el tratamiento. Creo que es porque se lo detectó tarde. Y después vino la pandemia y los complicó mucho más por el tema de los traslados».
Sin embargo, a pesar de esas situaciones, reconoció que es reconfortante ver a la gente tan agradecida. «Nos dicen: ‘Nosotros dónde estaríamos, no conocemos acá, no sabemos manejarnos’. Este lugar para ellos es una protección, una seguridad y eso para nosotros es gratificante».
Hay una frase que se le atribuye al escritor uruguayo Eduardo Galeano: «Un montón de gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo». El padre Pini, por ejemplo, dice que lo que hacen ellos en el refugio es poco. «Se les tendría que dar más», sostiene. Pero para las personas que ayuda a diario desde tantos años, ese pequeño aporte, realmente les cambia el mundo.
COMEDOR PARA EL BARRIO
En la parroquia, ubicada en la esquina entre la avenida Teniente Ibáñez y Salta, también funciona un comedor de lunes a viernes. «Se les da desayuno, almuerzo y merienda a la gente del barrio que pasa a retirar», comentó el Padre Pini.
En el lugar un grupo de voluntarios prepara y reparte unas 200 viandas por día a las familias del barrio. «Nuestra prioridad es que los adultos mayores y los niños reciban esos alimentos», agregó.
También contó que los alimentos para que esta otra acción solidaria de la parroquia se mantenga vienen de donaciones particulares, pero mayoritariamente, de una ayuda alimentaria de la Nación que es administrada por Cáritas.
SIEMPRE
El padre Pini repasa todas las refacciones y las obras que se hicieron y hacen en el refugio. Pero, sobre todo, agradece en todo momento a las personas que los ayudan voluntariamente a mantenerlo en buenas condiciones, con donaciones o con tareas concretas.
Contó, por ejemplo, que hace poco hicieron el piso del patio y también enumeró que antes se habían hecho los baños nuevos, la mesada y la bacha en la cocina. «Además nos donaron colchones nuevos, sábanas, incluso las puertas del templo. Realmente nuestra comunidad nos ayuda mucho. Somos una parroquia de barrio, pero tenemos gente que nos acerca mercaderías alimentos y elementos de limpieza, ropa. Gracias a todos esos aportes esto se mantiene», resaltó.
CÓMO COLABORAR
En este lugar, todo tipo de aporte es bienvenido, más aún en este contexto donde afloran muchas necesidades. Tal cual enumeró, lo que más hace falta son alimentos, especialmente los no perecederos, para poder preparar las viandas que se reparten a diario y la comida de las personas en el refugio. De la misma forma, los productos de limpieza y de higiene personal para mantener el lugar en buenas condiciones y ayudar a quienes pasan los días y noches allí.
También, hacen colectas de ropas en buen estado, e incluso algunos medicamentos, que luego son entregados a personas de bajos recursos. Los que quieran colaborar pueden dirigirse a la parroquia o comunicarse al número 3794-691-279.
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