Fue el primer argentino que se desempeñó en ese oficio. En sus trabajos plasmó las figuras de los grandes héroes de la Patria en planchas metálicas para que pudieran ser reproducidas. Sus iniciativas por la educación fueron reconocidas por el propio Belgrano, quien llegó a llamarlo su «apreciadísimo amigo».
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
En la historia muchas veces se resalta el valor que tuvo la imprenta para la difusión del conocimiento. Eso es algo innegable. Pero de la misma forma, tampoco se puede dejar de mencionar la importancia de la técnica del grabado que permitía, a partir de un diseño original, reproducir imágenes en copias para que más personas pudieran apreciarlas. Hubo un correntino que tuvo esto muy en claro y llegó a ser, aunque se lo recuerde poco, el primer grabador argentino. Se llamaba Manuel Pablo Núñez de Ibarra y sus obras ayudaron a difundir la causa patriótica mostrando al pueblo una impronta unificada de José de San Martín y Manuel Belgrano, en tiempos en que se desarrollaba la lucha por la Independencia nacional.
Sobre la vida y obra de este obrero y artista como algunos historiadores lo llamaron, uno de los más completos es el ensayo Rodolfo Trostiné: El grabador correntino Manuel Pablo Núñez de Ibarra (1782-1862), publicado en 1953. Allí, el investigador data que el grabador nació en Corrientes, el 29 de octubre de 1782 y que su educación inicial fue posible gracias a la labor de los frailes franciscanos. Es aquí también donde aprendió el oficio de platero y comenzó a mostrar su gusto y práctica por el dibujo.
Hacia 1809, el correntino se instaló en Buenos Aires donde trabajó como platero y ayudante instructor de dibujo. Fue entonces cuando comenzó a hacer trabajos de orden religioso. De hecho, dos de sus obras recordadas, las estampillas de Santa Rita, vencedora de imposibles y San Telmo, patrón de los navegantes, datan de ese período.


EL QUIEBRE
En la página oficial del Museo Histórico Nacional señalan que la vida y obra de este artista estuvo «marcada por la Revolución y por la guerra». Y es que, fue testigo de los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 y esa lucha por ser libres lo llevó a volcar sus intereses en la causa patriótica.
Según relata Trostiné, el 1812, Núñez de Ibarra le envió al Cabildo un proyecto que llegó a oídos del propio Manuel Belgrano, quien por entonces se encontraba en Tucumán. La idea del correntino era organizar un taller de fabricación de letras de imprenta y que fuera financiada de manera pública. En su texto, en el que hablaba de que lo impulsaba su «amor patriótico», resaltaba el «talento» de los jóvenes americanos por encima del de los europeos, el cual debía fomentarse. También remarcaba que el dibujo era necesario para el desarrollo de los oficios, para «no necesitar de los extranjeros».
La respuesta que esperaba no llegó del Cabildo, pero sí, del puño y letra del General Belgrano quien celebró la visión patriótica de educar a los jóvenes para que fueran hombres libres. En una carta llegó a decirle: «Apreciadísimo amigo: los fines a que se dirigen sus conocimientos son grandes, y muy útiles en las actuales circunstancias, para formar hombres. Mucho me complazco, y desearía que tuviera aceptación por nuestro Excelentísimo Gobierno y se empezase a trabajar».
SAN MARTÍN
Su otra gran obra se remonta a 1818 y es un grabado de José de San Martín. Es un retrato ecuestre realizado para el Cabildo y que se convirtió en el primer impreso en la Argentina, que representa al General de cuerpo entero, a caballo en el campo de batalla. En la Real Academia de Historia destacan sobre este trabajo: «El valor de esta imagen reside en el hecho de haber sido hecha por un contemporáneo del Libertador, y se popularizó tanto que se realizaron tirajes, algunos coloreados y accesibles al bolsillo del pueblo que adornaron variados espacios públicos y privados».

Al año siguiente, grabó el busto de Belgrano, el cual dedicó a Bernardino Rivadavia. El prócer fue dibujado vestido como General sobre símbolos de sus victorias militares. Y, en 1821 hizo otro trabajo, con la colaboración del grabador francés José Rousseau del mismo héroe nacional para acompañar un homenaje fúnebre.
Núñez de Ibarra volvió a Corrientes donde siguió con sus trabajos de platero, grabador y maestro de dibujo. Uno de sus últimos trabajos fue la estampa de la Virgen de Itatí. Pese a que pretendía hacerlo, el biógrafo Trostiné menciona que no pudo regresar a Buenos Aires. Murió en la tierra que lo vio nacer en 1862. Tenía 80 años y resulta casi contradictorio que no se conserven imágenes de él.

