En los últimos años, las videollamadas se han convertido en parte de nuestra vida cotidiana. Solo los perezosos no utilizan el formato de video. Reuniones, clases, llamadas de trabajo, consultas, incluso citas: todo ello se lleva a cabo cada vez más en formato «cara a cara con la pantalla». Nos hemos acostumbrado tanto a ello que apenas nos damos cuenta de cómo afecta a nuestra calidad de vida y a nosotros mismos. ¿Qué nos hace estar constantemente delante de la cámara? ¿Nos ayuda a ser más sinceros o nos obliga a interpretar un papel? Exploremos esto juntos.
Hablar y verme a mí mismo: por qué Zoom causa fatiga y cambia la percepción de uno mismo
Incluso una videollamada normal implica un contacto visual constante, no solo con la persona con la que hablamos, sino también con nosotros mismos. Vemos nuestra cara en la pantalla casi todo el tiempo. Por un lado, esto es muy conveniente. Podemos observar cómo hablamos, gesticulamos y reímos. Si es necesario, podemos ajustar nuestro comportamiento, por ejemplo, sentándonos más rectos o frunciendo menos el ceño. Sin embargo, aquí radica el problema clave.
El hecho es que nuestros cerebros simplemente no están preparados para la frecuencia con la que nos vemos a nosotros mismos. En las interacciones cara a cara, nos centramos en la otra persona: en el significado de lo que dice, sus emociones y reacciones. Sin embargo, cuando nos comunicamos por Zoom, sin darnos cuenta también nos vigilamos a nosotros mismos. Como resultado, empezamos a «dirigirnos» a nosotros mismos, aunque no sea nuestra intención.
Además, la comunicación por video nos obliga a estar constantemente «comprometidos» en la conversación. Incluso el silencio se convierte en una acción activa, ya que la otra persona puede seguir viéndonos durante ese tiempo. Esto crea una especie de estrés para el cerebro, porque en la vida real no necesitamos estar al 100 % «ante la cámara» cada segundo.
Incluso existe el término «fatiga de Zoom», que se refiere al agotamiento emocional causado por las videollamadas. Tenemos que gastar más energía para mantener la atención, leer las emociones a través de la pantalla y, al mismo tiempo, controlar nuestro propio comportamiento. Así que, si las conversaciones en línea te resultan más agotadoras que las interacciones cara a cara habituales, no estás solo. En realidad, así es como funciona.
El «yo» digital
Como hemos mencionado, cuando una persona se ve a sí misma en la pantalla, involuntariamente comienza a comportarse de manera diferente. Algunas personas empiezan a sonreír más, mientras que otras se arreglan el pelo cada cinco minutos. Como resultado, crean un nuevo «yo» digital, una imagen para la comunicación por video. Esto no es necesariamente algo malo. Sin embargo, la autoobservación constante puede afectar a la autoestima, la confianza e incluso al estilo de comunicación. Algunas personas pueden empezar a preocuparse porque no se ven igual en la pantalla que en la vida real. Además, el hábito de observarse constantemente en la pantalla fomenta una tendencia a «evaluar». Nos vemos obligados a «estar siempre alerta», sin permitirnos relajarnos ni un momento.
Las emociones ante la cámara: por qué es más difícil empatizar en las videoconferencias, pero más fácil «desconectar».
A muchas personas les resulta más difícil expresar sus emociones delante de la cámara. Esto no solo se aplica a sus propias emociones, como la alegría o la tristeza, sino también a la empatía básica. La empatía requiere recursos y voluntad. En los chats aleatorios, simplemente no hay tiempo para eso. Los compañeros de chat cambian en cuestión de segundos. Alguien se conecta, dice una palabra o permanece en silencio, y en cuestión de segundos desaparece de la pantalla.
Además, la comunicación en los chats video suele ser superficial: todo sucede demasiado rápido como para tener tiempo de sentir a la persona al otro lado de la pantalla. Parece que en el videochat no es habitual «quedarse». Como resultado, la empatía se convierte en algo poco frecuente. A muchos les resulta más fácil pulsar el botón «Siguiente» que intentar comprender por qué alguien puede sentirse deprimido.
Video chats sin filtros
Sin embargo, a pesar de todo esto, los videochats aleatorios son una de las formas de comunicación más «en vivo» que existen en Internet. A diferencia de las redes sociales o las aplicaciones de citas, es muy difícil fingir y hacerse pasar por otra persona. Por ejemplo, en Tinder, puedes publicar fotos ideales, tomarte tu tiempo para redactar una respuesta o incluso crear una historia de fondo. Pero en los video chats, todo sucede aquí y ahora.
Nunca se puede predecir quién estará al otro lado de la pantalla. Además, no hay tiempo para pensar mucho en la respuesta. Esta es una de las razones por las que la plataforma OmegleTV fue muy popular en su momento. Aquí se podía comunicar casi como en la vida real, sin filtros ni máscaras.
Sí, hay conversaciones extrañas e incómodas. Sin embargo, las personas que utilizan servicios como video chat Omegle TV suelen ser más auténticas, ya que aportan sus propias emociones, experiencias y miedos. Como resultado, las conversaciones aquí tienden a ser más sinceras. Esta es una ventaja importante en el mundo digital, donde hay tanta falsedad.
Límites de la privacidad y el control: cuando la comunicación se convierte en actuación
Hoy en día, es bastante difícil mantener la privacidad, ya que estamos literalmente siempre en el foco. Podemos ser filmados de forma inesperada, incluso en los momentos en los que menos lo esperamos. Nada impide que una persona con la que estamos chateando grabe la conversación o instale una cámara durante una cita. Como resultado, las personas pueden sentir que están siendo observadas constantemente. Esto, por supuesto, afecta a su comportamiento. Empiezan a «actuar»: controlan sus expresiones faciales, sus movimientos, el tono de voz y la entonación. En consecuencia, la comunicación se convierte en una auténtica actuación. Y, por supuesto, no se puede hablar de sinceridad, ya que esta requiere confianza en lugar de autocensura y control total.
El futuro cara a cara con la pantalla: cómo cambiará la comunicación con el desarrollo de la IA, el deepfake y la realidad virtual.
Las tecnologías modernas están haciendo que el entorno digital sea cada vez más realista. La inteligencia artificial ya es capaz de crear videos que son casi indistinguibles de la realidad. Nos estamos acercando al punto en el que, en las videollamadas, es posible que no estemos hablando con una persona real, sino con su copia digital.
Por un lado, esto abre enormes oportunidades. Por ejemplo, será posible comunicarse con «personas» generadas y pedirles consejo o ayuda. Por otro lado, existe el riesgo de que sustituya por completo a la comunicación real. Es muy probable que las personas elijan compañeros de chat digitales «ideales» para evitar decepciones y frustraciones. Al fin y al cabo, en las interacciones reales, las cosas no siempre salen bien.
¿Perderemos nuestra humanidad y habrá espacio para los sentimientos reales con el desarrollo de la IA? Solo el tiempo lo dirá.

