La situación en San Luis del Palmar escaló en pocos días de alertas meteorológicas a una crisis hídrica de magnitud que podría ser histórica. La acumulación de agua alcanzó los 600 milímetros en pocos días. Lo que comenzó como una serie de tormentas estivales se transformó en un fenómeno que desafía cualquier planificación urbana y capacidad de drenaje, dejando al descubierto la vulnerabilidad de una zona donde los suelos ya no pueden absorber una gota más.
El fenómeno meteorológico: «Lo de nunca»
Siguiendo de cerca la evolución del clima en el Litoral, el evento ocurrido el sábado último fue una «bomba de agua». El intendente local, Reni Buján, informó entonces que se registraron 230 mm de agua caída en tan solo unas pocas horas. Según sus propias palabras, este volumen representa «lo de nunca» por su intensidad y escaso margen de tiempo, superando cualquier previsión técnica.




Las lluvias continuaron y se estima que en los últimos tres días cayeron unos 600 mm en la zona centro-norte de la provincia. Esta acumulación provocó la saturación del terreno. Expertos advierten que se necesitarían entre 15 y 20 días sin precipitaciones para que los suelos recuperen un mínimo de capacidad de absorción.
Por ello durante en vñisperas de la Nochebuena, arribó al lugar el propio gobernador, Juan Pablo Valdés, quien recorrió distintos barrios y centros de evacuados para relevar necesidades y acompañar a las familias afectadas por el temporal. Y, en la mañana de hoy estuvo el nuevo ministro de Obras Públicas, Jorge Meza (@jorge_mezaok).
El drama urbano y el desborde del Riachuelo
El casco urbano de San Luis del Palmar se encuentra bajo una presión hídrica extrema. Los barrios San Cayetano e Inmaculada Concepción, contiguos al Riachuelo desbordado, son los más castigados. El intendente Buján confirmó que la cifra de afectados creció: «Estamos hablando de más de 50 familias que están evacuadas… más de 200 personas».
Uno de los mayores desafíos para el urbanismo local es el efecto de decantación. Buján explicó que el agua de la zona rural tarda entre 24 y 48 horas en llegar al pueblo, lo que genera una crecida diferida que mantiene en vilo a la población incluso después de que cesa la lluvia. Actualmente, el Riachuelo se encuentra totalmente fuera de su cauce, bloqueando el drenaje natural de la ciudad. En un barrio el caudal superó el metro de altura afectando a numerosas familias.
La imagen de los pobladores caminando con el agua a la rodilla para rescatar lo poco que queda en sus viviendas es el reflejo de una emergencia que, según las autoridades, «supera lo previsto».
Urbanismo en jaque: infraestructuras y frenos judiciales
El ministro de Obras Públicas, Jorge Mesa, señaló a Radio LT7 que se planificarán tareas en lo inmediato y a largo plazo. La infraestructura actual no está preparada para recibir tanta cantidad de agua en tan poco tiempo, citando que ningún sistema de desagüe puede soportar intensidades de 100 mm por hora.
Mesa también reveló un obstáculo clave en la gestión del riesgo: una obra de intervención sobre el Riachuelo que buscaba mejorar el escurrimiento fue detenida por una orden judicial. El funcionario subrayó el daño que causa no haber podido concluir esos trabajos ante el actual escenario climático.
El aislamiento rural y la extensión del desastre
La crisis se extiende profundamente hacia el interior del departamento. En la zona rural, sectores como «El Pollo» se encuentran totalmente aislados, obligando a realizar rodeos logísticos complejos para ingresar por localidades vecinas como Derqui. Familias en la cuarta y quinta sección ya llevaban más de un mes aisladas por crecidas previas, y este nuevo pulso de agua ha terminado por inundar viviendas que históricamente se consideraban seguras.

