Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
En octubre de 1899, un hecho ocurrido en Corrientes fue la comidilla de la prensa nacional. Unos delincuentes habían asaltado la sucursal local del Banco Nación para después huir hacia Buenos Aires. El éxito les duró muy poco porque al llegar fueron detenidos por un célebre comisario porteño comparado con Sherlock Holmes. Pero más allá del arresto, la sorpresa fue que uno de los asaltantes resultó ser el magnicida prófugo de Paraguay, Nicanor Godoy quien años antes había asesinado al presidente Juan Bautista Gill, crimen considerado como uno de los más impactantes de la posguerra de la Triple Alianza.
Fue la revista Caras y Caretas quien difundió esa vez, todos los detalles de este caso que resultaba insólito por todos sus detalles. De hecho, lo calificaron como «la nota sensacional de la semana», en la edición del 7 de octubre de ese año.
Destacaron, por ejemplo, que los delincuentes actuaron con segura complicidad de empleados del banco. También, que sólo encontraron una parte del botín, que se calculaba en «200.000 pesos moneda nacional», una suma muy elevada para esa época. «Efectuado el golpe, Godoy y su cómplice, José Aquino, vinieron a Buenos Aires, trayendo alrededor de 50 mil pesos en billetes, escondidos entre una barrica de naranjas, una lata de dulce de sidra y rellenando las hombreras de una bata perteneciente a una hija de Godoy que les acompañaba y que actualmente está presa e incomunicada», detallaron sobre el secuestro.
La pesquisa, que terminó con la detención de los delincuentes, la llevó a cabo el comisario Belisario Otamendi, célebre por su sagacidad e inteligencia en la resolución de casos. Se trató del mismo detective que dos años antes resolvió el robo de las joyas y corona de la Virgen de Luján, hecho que causó conmoción en el país. Esos logros realzaron la fama del investigador a quien alguno llegó a comparar con Sherlock Holmes, personaje literario que Arthur Conan Doyle presentó al mundo en 1892.
PERSONAJE OSCURO
La mente maestra detrás de este robo era también un personaje misterioso y llamativo para la prensa. Las historias sobre los delitos en los que estuvo involucrado rayaban la fantasía. El 12 de abril de 1877, Nicanor Godoy asesinó a balazos al presidente paraguayo Juan Bautista Gill cuando este caminaba a su despacho. Una de las versiones más difundidas, dicen que el magnicida huyó a la Argentina y logró pasar la frontera usando ropas de mujer.
En el territorio nacional vivió en Buenos Aires, Misiones y Corrientes, donde se desempeñó como periodista, agente de negocios y hasta caudillo político. En todos los casos, «llevando siempre una vida, si no fastuosa, por lo menos cómoda», referían en Caras y Caretas.
Entre el reproche y la acusación, la prensa nacional describía a Godoy como un hombre misterioso y excepcionalmente sagaz. Prueba de ello era el hecho de que, recién hasta su detención por el robo, nadie había podido tener nunca una foto de él. La primera es la que publicó el semanario, conseguida después de «acecharlos en momentos que se les llevaba a declarar ante el Juez Federal», contaron.
La crónica finalizaba contando que Godoy fue llevado de vuelta a Corrientes, donde iba a ser juzgado por el delito que pondría fin a una vida delictiva.
Después de la detención, son escasos los datos que hablan de lo fue de su vida. Dicen que murió a los 90 años, pero no se aclara si estaba en libertad o prisión. Una pista estaba al final de la crónica del robo, cuando lo mandaban de nuevo a Corrientes: «Godoy al embarcarse no demostraba abatimiento y sí más bien alegría y buen humor».
.