El leprosario de la Isla del Cerrito fue uno de los primeros y últimos centros de atención y reclusión para las personas enfermas de lepra de toda la región. Ser diagnosticado con el mal y ser enviado allí, era prácticamente una sentencia a cadena perpetua. Pero hubo, entre sus muchos pacientes, uno muy particular que, estuvo alojado allí hasta el día de su muerte, sin haber estado enfermo. Se llamaba Francisco, le decían «Pancho», era correntino y nadie sabía cómo, pero podía predecir la lluvia.
El primero en hablar públicamente de este curioso personaje fue el recordado periodista y escritor Rodolfo Walsh. Lo nombró en la famosa crónica que escribió de la colonia y hospital Maximiliano Aberastury, nombre oficial del leprosario.
En su texto «La isla de los resucitados», el periodista escribió lo siguiente: «El personaje más extraño que pasó por el Cerrito es un internado que nunca llegó a estar leproso: Pancho, el hombre-mono». Y en un breve relato, contó por qué lo llamaban así.
Walsh explicaba que esto se debía, por un lado, a «su aspecto simiesco»; y por el otro, a que nunca había aprendido a hablar ya que lo habían encontrado cuando era un niño, «desnudo y trepado a un árbol».
Fue también el escritor quien habló de la curiosa capacidad de este hombre que se convirtió en un emblema de la colonia. «Todos recuerdan su carácter dulce y su aptitud para predecir la lluvia mediante una serie de sordos gruñidos», escribió.
UNA HISTORIA
En un recorte que se puede observar en el museo de la Isla del Cerrito, se puede ver lo que sería la única fotografía que se conserva de Pancho y un breve relato con más datos sobre su vida.
El texto es breve, pero detalla que su nombre real habría sido Francisco Zaragoza y que había sido encontrado en el año 1917, en una zona ubicada detrás del Cementerio San Juan Bautista, por ese entonces, una zona de montes.
La información agrega que en ese lugar había un pequeño rancho en el que vivían los padres de Pancho y que ambos eran alcohólicos. Esto derivó en que el pequeño fuera víctima de maltrato y no recibiera ningún tipo de educación. «Pancho se cría en los montes, comiendo frutas silvestres y raíces», relata el recorte.
También explican que quien lo encontró siendo un niño y trepado a un árbol, fue un conocido militar de la época, el Mayor Meza «célebre perseguidor de gauchos», según las palabras de Walsh.
Al parecer, Pancho era sordomudo, por eso nunca pudo llegar a hablar y sólo emitía gruñidos. Y según el breve texto perodístico, fue Meza el que en un principio creyó que era un mono, porque no se podía comunicar y era velludo. De ahí, el apodo que le quedó para toda la vida.
Tras capturarlo, los datos que se tuvieron coinciden en afirmar que lo llevaron al lazareto de Corrientes, que en ese entonces funcionaba en zona de lo que hoy sería la planta de una famosa cervecería.
Luego, cuando el niño tenía ocho o nueve años, lo trasladaron al leprosario de la localidad de San Cosme. En ese lugar vivió hasta que cumplió los 25 años y decidieron que fuera llevado a la colonia de leprosos de la Isla del Cerrito. «Lo trajeron en un barco llamado La Simpática P», menciona el texto periodístico que acompaña a la fotografía de Pancho, exhibida en el actual museo.
La nota retoma datos del texto de Walsh, al mencionar, por ejemplo, que Pancho vivió en la isla dentro del leprosario sin ser enfermo. Pero al mismo tiempo, agrega otros datos pecualiares como que «era muy amigo de los chicos», y que era de gran ayuda para los otros habitantes de la colonia ya que colaboraba con los mandados y su gran fuerza lo hacía un trabajador muy capaz, «llegando a alzar dos bolsas de harina a la vez».
El escrito también resalta su capacidad de predecir cuándo iba a llover con sus gruñidos, pero agregan que también avisaba si el tiempo se venía, «con el constante revolear por el aire de un pañuelo».
Existen discrepancias en el año de su muerte. Algunos dicen que fue en 1968 y otros antes. La causa fue una operación de hernia.
Pese a su inesperado final, un dato llamativo de la historia de este personaje es que la paz y el buen trato que le faltaron durante la infancia, los terminó encontrando en un lugar que le daba pesadillas al resto de las personas.
.

