En el ya tradicional Manifiesto que los jóvenes cristianos dan a conocer al concluir su Peregrinación Juvenil a Itatí, este año en la 43ª edición los jóvenes describieron la difícil situación que atraviesan junto a los demás congéneres, la que se agrava y al clamar un lugar en la Iglesia, en la que sus opiniones sean tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones pidieron laicos, religiosos, sacerdotes y obispos «dispuestos a guiarnos y acompañarnos» en todo el proceso de su búsqueda vocacional, «en nuestros aciertos y desaciertos».
Como se anticipó en la edición de ayer, en página 10, hoy EL LIBERTADOR publica la mayor parte del contenido de ese Manifiesto que este año se leyó ante una presencia multitudinaria, después de los dos anteriores sin poder hacerlo por las restricciones de la pandemia del Covid-19.
«El tiempo transcurrido ha dejado muchas heridas en la sociedad y sobre todo en los jóvenes. Hoy, nuestras mochilas de peregrinos no sólo traen lo necesario para el caminar, sino también, los recuerdos de muchos promeseros, familiares y amigos que ya no están; de los jóvenes que están paralizados por el miedo, las adicciones, la violencia, el abandono, la desigualdad social, la crisis económica y política, las desilusiones y desesperanzas, que no les permiten mirar al futuro con confianza. Es por eso que caminamos cargados de esperanza, trayéndolos a tu casa, porque sabemos Mamá, que no hay mejor lugar que en la protección de tus brazos.
Mamá María, en este período preparatorio para el Sínodo (que convocó el Papa para octubre de 2023 en el Vaticano) los jóvenes escuchamos la realidad de nuestra región, pero también, hicimos oír nuestra voz: «Clamamos por un lugar en la Iglesia. No queremos sentirnos usados como un trámite, queremos que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones. Pedimos que nos acompañen en todo el proceso de nuestra búsqueda vocacional, en nuestros aciertos y desaciertos. Queremos laicos, religiosos, sacerdotes y obispos dispuestos a caminar con nosotros, a guiarnos y acompañarnos en este proceso, asumiendo la responsabilidad de asesorar la pastoral de juventud para poder formarnos y sostener el camino de fe de los jóvenes de forma decidida, coherente y responsable».
Los jóvenes del NEA comprendemos y abrazamos naturalmente la sinodalidad. Hoy, nos manifestamos protagonistas de este tiempo, nos sentimos y asumimos el ahora de la Iglesia.Vemos con esperanza y alegría este tiempo. Queremos, con la ayuda del Espíritu Santo caminar juntos, crear puentes y encarnar las soluciones propuestas por nuestra región. Queremos, a ejemplo de Jesús, crecer en compasión y comprensión. Queremos de tu mano Mamá, construir una Iglesia que viva en comunión, donde aceptemos nuestros defectos y virtudes, donde abracemos lo que amamos, pero además, sanemos lo que duele. Así como vos, María, queremos escuchar para discernir y descubrir a nivel personal y comunitario el plan de Dios, su voluntad, su llamado a ser discípulos misioneros. Queremos poner nuestros talentos al servicio del Pueblo de Dios con alegría. Queremos escuchar y aprender de los adultos, defendiendo y cuidando a nuestros hermanos más vulnerables. Queremos como los apóstoles comprometernos con la sociedad y la política llevando luz a los sectores más oscuros, reivindicando y luchando con los valores cristianos que nos caracterizan. Queremos llevar a Jesús con valentía y respeto. Queremos dar la vida y ser felices.
Madre, muchos dirán que somos soñadores, pero de eso se trata la juventud: de soñar; y no hablamos de sueños alienantes que nos sacan de la realidad, sino que nuestro sueño está fundado en la esperanza cristiana que nos alienta a seguir luchando, soñando y navegando contra corriente.
Señor, suplicamos tu Gracia para hacer realidad todo lo que anhelamos, te necesitamos para vivir en comunión, te necesitamos porque sólo en Tí encontramos nuestra fortaleza, te necesitamos Señor porque sin Tí nada podemos. ¡Porque sabemos que solo con tu Presencia somos capaces de cosas grandes!
Por esto, y mucho más hoy estamos aquí y en ti María, en tu rostro maternal, ante tu mirada tierna, serena y comprometedora adquirimos la certeza que en vos se hizo realidad. A ti levantamos nuestros corazones. A ti clamamos y en tu Hijo Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, ponemos nuestra esperanza y nuestra juventud con el anhelo de volvernos a encontrar como iglesia sinodal».
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