El religioso celebra 70 años de sacerdocio y realza la importancia de la humildad y fidelidad de San Juan Bautista como modelo para los creyentes, especialmente en el tiempo de Adviento y la conversión sacramental. Además, abordó su relación con la dirigencia sindical, entre otros temas.
20-CONTRATAPA-3En la calurosa mañana capitalina, monseñor Domingo Salvador Castagna fue entrevistado en el programa La Otra Campana, que se emite simultáneamente por LT7 Radio Corrientes y LT25 Radio Guaraní, de Curuzú Cuatiá.
En conversación con el periodista Gustavo Adolfo Ojeda, el religioso hizo un repaso de su rica trayectoria de 70 años en sacerdocio, entre otras cuestiones. A continuación, el desarrollo de la conversación.
Leí su homilía de hoy. Se necesita aprender de Juan. Hablemos de eso, Monseñor, para quienes no leyeron su homilía en el diario EL LIBERTADOR. ¿Qué necesitamos aprender de Juan?
-La humildad y la fidelidad a Dios. Esos son los términos más importantes de Juan. Juan es el hombre fiel, el hombre por excelencia, y el más grande entre los hijos de mujeres, como decía Jesús. Yo creo que es un ejemplo formidable para nuestra vida, particularmente para nuestra vida cristiana.
Hablamos de Juan el Bautista, quien nos hace cristianos, ¿verdad?
-Juan Bautista administraba un bautismo que era de penitencia, es decir, a través de la palabra llamaba a la conversión y a sostener la conversión mediante la penitencia. Después vino el bautismo de Jesús, que es el que recibimos nosotros, el que verdaderamente transforma y regenera nuestra vida. Pero es interesante lo de Juan. Juan es el precursor y el anticipador también de la presencia viva y eficaz de Jesús, nuestro redentor.
Una fidelidad también que nosotros, los cristianos, tenemos que tener hacia nosotros mismos, ¿no es cierto? El ejemplo de Juan, esta humildad y esta solidaridad, ¿excede al cristianismo? Puede ser un ejemplo en otras comunidades religiosas, como el mundo árabe o el mismo pueblo de Israel, y no solamente a los cristianos apostólicos y romanos, ¿verdad?
-Sí, sin duda. Juan trasciende lo puramente particular, va mucho más allá. La fe cristiana no es un proselitismo, sino que es la palabra de Dios que se ofrece a todos los hombres sin distinción ninguna, para que cada uno asuma su propia responsabilidad, es decir, su capacidad de respuesta a esa palabra. Yo creo que Juan es un modelo en ese sentido para todo cristiano. Yo a veces lo pongo particularmente para los sacerdotes, porque la humildad y la fidelidad a Dios fundamentan la eficacia de ese ministerio suyo, lo cual es admirable. Por eso lo pedimos para la Iglesia, para los pastores y para todos los cristianos.
Estamos en un tiempo especial, Monseñor, el tiempo de Adviento. Y permítame felicitarlo por los 70 años de sacerdocio, un hito de fe realmente lo suyo, tal como lo titula la contratapa del diario EL LIBERTADOR de hoy.
-Yo creo que es un regalo de Dios. Yo siempre pienso eso. Nunca pensé que iba a vivir tanto tiempo. Recuerdo que le contaba a la gente en la homilía del otro día, que cuando fui ordenado sacerdote hace 70 años, en la postración, yo sentía el peso de la responsabilidad. Me ofrecía al Señor, diciendo: «Jesús, buen pastor, te ofrezco mi vida, toda mi vida, desde ahora hasta el final, que no sé cuántos serán, larga o corta, en salud o en enfermedad, notable ante los hombres o desconocida». Yo decía: «Acepto todo lo que venga». Por eso, cuando el Nuncio me comunicó que el Papa San Juan Pablo II me nombraba obispo, le dije: «Mire, yo entonces dije que sí a lo que ahora la Iglesia me está pidiendo. Ya lo dije».
Me emociona escucharlo. Y es como decíamos recién, todo esto es bendición de Dios. En estos muchos años, usted ha dado ejemplo de vida. Quería preguntarle sobre su ministerio episcopal: ¿cuántos sacerdotes ha ordenado?
-Usted sabe que en mis 47 años de episcopado, he ordenado 99 sacerdotes.
¡Vayamos por el 100!
-(Ríe) Ahora ya estoy más distante, ¿no? Pero 99 son muchos. Claro, una decena ya ha fallecido, pero los demás, sacerdotes mayores de 40 años, 30 y tantos, se comunican conmigo. Me dicen: «Monseñor, le agradecemos que usted haya confiado en nosotros, que nos haya transmitido el ministerio sacerdotal». Para mí es un gozo enorme saber que hay sacerdotes que yo ordené ejerciendo el ministerio sagrado.
MUNDO OBRERO
También quiero recordar su gran injerencia en la lucha defendiendo los intereses obreros, los intereses de los trabajadores en San Nicolás y antes de venir a Corrientes.
-Yo tuve la dicha de estar muy vinculado con la gente del trabajo siempre. Siendo miembro de la Conferencia Episcopal Argentina, me designaron en una comisión para mantener diálogos con dirigentes gremiales y políticos. Después pasé a San Nicolás y me encontré con el problema de Somisa. Se privatizó con una imprudencia absoluta una institución que andaba muy bien. Yo me puse al lado de la gente, acompañando a los obreros y reclamando a los dirigentes que tuvieran responsabilidad. Después vine acá, que me tocó el año 99, nada fácil.
Recordamos muy bien la plaza de la dignidad y la Iglesia acompañando al trabajo, porque el trabajo dignifica, Monseñor.
-Seguro, seguro, seguro. No hay lugar a dudas.
Monseñor, estamos a dos minutos de que el programa finalice. Como estamos en tiempo de Adviento, y el lunes es 8 de diciembre, Día de la Virgen, le pido entonces una bendición general para todos quienes nos escuchan, para los trabajadores y no trabajadores, porque no todos tienen la suerte hoy en Argentina de tener trabajo. Una bendición especial para los trabajadores de la radio y para mis compañeros.
-Les mando especialmente una bendición a todos, sin excepción ninguna, pidiendo al Señor que los bendiga y los proteja, y sobre todo que los preserve del mal y los conduzca por los caminos del bien. Que cumplan con la gran responsabilidad de ser miembros de este pueblo argentino y correntino particularmente. Que la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.

