Augusta, la Mansión de Invierno se impone en las fotografías en sepia que se conservan de una época que conoció su efímero esplendor. «En la actualidad quedan muy pocas ruinas, la erosión y el avance del río están haciendo desaparecer lo que otrora fue nuestra Pirámide de Keops o nuestro Titanic», comentó el profesor y miembro de la Junta de Historia provincial, Fernando Luque, en una entrevista con EL LIBERTADOR.
“El acceso esta negado porque es parte de una propiedad privada que practica la actividad pecuaria, haciendo que lo poco que queda de aquel proyecto turístico de corte invernal, desaparezca en su totalidad”, contó.
EL PLANO DE UN SUEÑO
El 7 de agosto de 1909, se autorizó por ley a construir “en algún lugar sobre la costa del río, en el territorio de la Provincia, en terreno propio, una Mansión de Invierno”. Se trataba de “un emprendimiento turístico de corte invernal llevado adelante por empresarios y hombres de negocios de Buenos Aires principalmente y acompañados por otras personalidades de la época de otras provincias del país”, explicó el historiador.
El epicentro de la Ciudad de Invierno era el Hotel Casino, en torno a él, estaban distribuidas 158 manzanas, 197 quintas y 24 chacras, dispuestas todas en lote, según el plano del Ingeniero Valentín Virasoro. Rodeaba a las construcciones un parque de unas veinte hectáreas que estaban diseñadas por el reconocidos paisajista Carlos Tahys, y se caracterizó por su gran variedad y cantidad de árboles y plantas que se complementaban con obras de mármol, réplicas de autores famosos o reconocidos. Además contaba con un hipódromo y una cancha de cricket, golf, footbal y lanwtenis.
Lo único que llegó a construirse fue el hotel, que según el historiador constaba de cuatro pisos y dos subsuelos, unidos al casino por un largo pasillo cubierto de vitraux que reflejaban luces coloreadas en su interior. Rematado por una cúpula de bronce emplazada sobre la sala mayor, el casino ofrecía a sus apostadores doce mesas de ruletas y bacarat, iluminadas por una araña con trescientos doce brazos de luces. Todo el moblaje fue traído de París, la cristalería era de Murano y las porcelanas de Florencia.
En el plano original se detallaban un muelle propio, estación de ferrocarril, una escuela, una casa para la Policía y otra para la Prefectura, usina eléctrica, casino, confitería, teatro y parque, anexos para el alumbrado público de la futura ciudad y para la provisión de agua, se diseñaron las principales calles y avenidas.
LA PERLA
Pese a las contradicciones sobre su fecha de inauguración, Luque precisó el 29 de junio de 1913 a partir del registro histórico de la invitación oficial que el presidente de la Sociedad Anónima Ciudad de Invierno, Pedro Luro, hizo llegar al por entonces gobernador Juan Ramón Vidal.
Para reforzar esta fecha, quedan como pruebas la medalla entregada en la velada inaugural, la carta del menú de la cena inicial y las crónicas de la época. “Estas fuentes históricas mencionadas son importantes para evitar confusiones, porque es muy común en sitios de internet y trabajos de investigación que sostienen, de manera errónea y sin fundamento histórico, que la Ciudad de Invierno se inauguró en el año 1914”, aclaró el historiador.
La velada inaugural contó con la presencia, además de los invitados especiales, de las bandas del Regimiento 9 y de la Policía de la Provincia, sumado a la Orquesta del maestro Enea Verardini Prendiparte. Dos automóviles Mercedez Benz transportaban a los invitados desde la estación del tren o el muelle a las inmediaciones del hotel. Y el menú estuvo compuesto por más de cincuenta platos entre dulces y salados y una gran variedad de bebidas y postres.
LOS NOMBRES DETRÁS DEL MITO
El Directorio estaba integrado por su presidente, Pedro Olegario Luro; su vicepresidente, Manuel Cordiviola; los vocales Tomas de Anchorena, Miguel Méndez, Gregorio de Laferrere, Nicolás Avellaneda, Martín Iraizóz y Manuel Eurasquín; y como sus síndicos Oreste Vallejos y José Errecoborde.
La lista de accionistas y compradores estaba integrada por más de cien miembros, entre los que se destacan: José Félix Uriburu, Ataliva Roca, Segundo Roca, Julio Doblas, Benjamín Solari, Félix Camet, Carlos Luro, Luis Agote, Agustina Luro de Sansinena, Arminda Roca de Luro, Manuel Guiraldes, Benito Villanueva, María Luro de Chevallier, Manuel Gonett, María Unzué de Alvear, Adolfo Blaquier, Carlos Madero, Paulino LLambí Campbell, Manuel Cigorraga, Casimiro Gómez, Ángel Gallardo, “entre muchas otras personalidades de la época y que estaban muy relacionados con la vida política, económica, militar o cultural de la Argentina de finales del siglo XIX y comienzos del XX”, añadió Luque.
La Ciudad de Invierno buscaba competir con el prestigio creciente de Asunción del Paraguay como centro de turismo invernal. “Pedro Luro, visionario y uno de los padres del incipiente turismo argentino y que estuvo muy relacionado con el desarrollo turístico de Mar del Plata, quería hacer de esta La Perla del Atlántico en épocas veraniegas, y, de Empedrado, La Perla del Paraná en períodos invernales”, explicó, siendo el clima un factor clave para la instalación del proyecto.
EL RESCATE
Los empedradeños no tuvieron participación en esta utopía turística, su aparición se dio cuando fracasó. «Presentaron proyectos para la utilización social del edificio y posteriormente retiraron ladrillos, vidrios, materiales de los baños, azulejos, marcos de puertas y ventanas que estaban abandonados al avance de la naturaleza», relató Luque. Aclaró que «todas las cosas valiosas fueron llevadas por los miembros de la Sociedad Anónima a diferentes lugares del país en diversos fletes por barcos, y sólo dejaron en el edificio, aquellas cosas que no consideraron importantes o justificables llevar».
El diario La Provincia en una de sus páginas hizo el anuncio que marcó el final del Hotel Continental: estaban puestos a la venta los efectos que pertenecían a la sociedad en liquidación, así también algunos chalets que estaban construidos dentro del predio pasaron a remates públicos.
“La Mansión de Invierno tiene magia”, afirmó el fotógrafo, Luis Gurdiel, quien tuvo la ocasión de acercarse a las ruinas, atraído como todos los navegantes del río al pasar cerca de la orilla donde se aprecia la antigua costanera de la construcción. Tres bellezas destacó del paisaje: la arquitectura de muy buen gusto, la vegetación abarcando lo derruido y los pájaros, que no se ven en otro lugar.
“Toda esa construcción que yo fotografié, ahora está en el agua. Cedió tanto el terreno ante la naturaleza y las crecidas que tuvo el río”, comentó. Gurdiel también escuchó sobre las piezas que los vecinos se fueron llevando del edificio abandonado y cuenta que, así como la araña de iluminación del hotel se encuentra en uno de los casinos de Mar del Plata, la que correspondía al sector de la cocina, ilumina en el presente la nave principal de la Parroquia de Nuestro Señor Hallado, en Empedrado.
Entre las razones por las que fracasó el proyecto, Luque mencionó a la soledad del lugar y las tarifas excesivas del transporte fluvial; las versiones negativas sobre endemias locales como la lepra, la tuberculosis y los mosquitos; la especulación, el desinterés y la apatía entre algunos miembros o inversionistas; el inminente estallido de la Primera Guerra Mundial; y otras causas políticas.
El historiador comentó que tras varios intentos fallidos para su reconocimiento como patrimonio o puesta en valor para uso turístico en 1942, 2002 y 2014, el Concejo Deliberante de Empedrado declaró Patrimonio histórico, cultural, arquitectónico y paisajístico de Empedrado en 2014, a las ruinas de lo que fuera la Mansión de Invierno, Hotel Continental y Casino, con los efectos y alcances de la Ley provincial N° 4.047/87 de la que este municipio es adherente. Hoy, estela sobre el Paraná de lo que fue un anhelo de tanto esplendor, abrazada por una naturaleza que la guardará en el corazón de sus montes.