Con 77 años, Alfredo Ellero volvió a ingresar con la imagen de la Virgen de Itatí para abrir la Fiesta Nacional del Chamamé. Recorrió cabalgando los 50 metros que separan el acceso principal del anfiteatro Cocomarola con el escenario Osvaldo Sosa Cordero. Una multitud aclamó a la madre de los correntinos.
Previamente en su casa, ubicada en la localidad de Riachuelo a unos 17 kilómetros de la Capital correntina, el custodio de la fe recibió a EL LIBERTADOR. Con una mirada ferviente, comentó cómo nació la convocatoria a la fiesta grande y sus primeras participaciones. También explicó la relación entre la imagen de la Virgen de Itatí y el chamamé.
¿Cómo nació la convocatoria a la fiesta?
-Un día en el patio de Cultura, Norberto Lischinsky me dice: «Alfredo tengo algo para vos», y le digo ¿qué es?; «quiero que entres en el festival del Chamamé con la Virgen». Le digo: «Escuchame, vos sos judío y me decís que entre con la Virgen», pero me dice que esto es «Fe y Tradición».
¿Las primeras participaciones como custodio?
-No aguanto eso, nunca lo aguanté. La gente que se arrima, le aplaude, quiere tocarla, pero no se aguanta. Que mi enfermedad me ayude para que esté presente en todo el festival. Ella es la madre de todos nosotros, es mi Norte.
Desde el cajón del que me sacó, en febrero de 1995 del accidente, vivo gracias a la fe en ella.
¿Cómo son tus ingresos al Cocomarola?
-Siempre entro solo, a caballo, con dos Policías que me acompañan. Pero es muy difícil cabalgar con nuestra madre cuando la enfocan con los reflectores sobre mi caballo y los pañuelos blancos que ondulan, no podés distinguir a nadie, y miran porque es ella la que está entrando abriendo la fiesta Nacional del Chamamé.
¿Cuál es la relación de la imagen de la Virgen de Itatí y el chamamé?
-Nuestra madre es chamamecera, es correntina, apareció acá en Corrientes en el 1.608. Les apareció a los hijos del indio José, que era de la tribu Yaguarón, cosas que ya no existen más, pero estaban a 10 kilómetros de Itatí hacia Puerto González.
Por lo tanto, ella es chamamecera, y tantas veces robada por tribus indígenas, siempre volvía a aparecer. La última vez, fue sobre una piedra blanca en Itatí. Por eso es que la gente reza y dice «más de tres siglos estuviste conmigo».
¿Qué pedidos te hace la gente?
-Que todos quieren la bendición de ella y yo no soy el hijo de Dios que puedo abrazar y besar a todos dando la bendición. Les está dando la bendición cuando entra a caballo, solamente soy un portador que no aguanto esos momentos. Prefiero andar dos mil o cinco mil kilómetros en la ruta sin que nadie te vea llegando a un paraje lejano, pero no entrar esos 50 metros porque es la abre el festival.
Ojalá que el día que Dios me llame, ella vuelva a abrir el festival con alguien que tenga fe, y no con alguien que entra para sacarse foto. Las fotos tengo miles, pero la fe es otra cosa, algo que te corroe por dentro, como si fuera la mismísima sangre que te está diciendo «llevame, llevame que yo quiero andar con vos». No terminaría nunca de hablar de la fe de nuestra madre.
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