Por María José Alcaráz Meza Enviada especial de EL LIBERTADOR
En una caminata por San Carlos, cada dos pasos se pueden hallar gruesas piedras de tono rojizo que fueron cimientos del antiguo asentamiento jesuítico, sobre el cual está emplazado el pueblo entero. En los patios de las casas, a la vera de las calles, detrás de la parroquia.
En el Museo Jesuítico Guaraní «Margarita Romero de Perch», a cielo abierto están expuestas las ruinas de los muros de los talleres y también huertos jesuíticos, donde generalmente se cultivaban naranjos, higueras, guayabas, bananas, palmeras, ombúes y toda clase de legumbres importadas de Europa.
Su directora, Cristina Rettori explicó que los jesuitas buscaban alternativas para el adecuado manejo del agua durante el riego y que no hubiera desperdicio de este recurso. Asimismo, habrían ideado lo que sería un prototipo de sistema de cloacas, implementado a modo de prueba en este asentamiento y luego llevado a Europa.
Cada paso es apreciar cómo el presente convive con un pasado aún conservado en estos vestigios.
EL VALOR DE LA HISTORIA
San Carlos fue fundado por los sacerdotes jesuitas Pedro Mola y Felipe Viveros en el año 1631, y luego de algunas relocalizaciones se emplazó en el sitio actual. En 1638 llegó a tener 6 mil habitantes. Pero su puesto en valor, se dio recién en el año 1972.
«Todos sabíamos que San Carlos era un pueblo jesuítico, pero nadie tomaba conciencia realmente del valor histórico y el patrimonio que teníamos», apuntó Rettori.
«Cuando empieza la reorganización del pueblo se levanta sobre la misma base de la reducción. Tenemos la misma plaza de la época jesuítica y el mismo lugar de la iglesia. Si bien es cierto que San Carlos fue destruido en el año 1818, luego en 1820, no lo fue en cuanto a sus edificios. Lo fueron cuando se volvió a formar el pueblo y ocuparon las piedras para hacer las casas, los rellenos de calle, los puentes, los cimientos, porque era mucho más fácil ir y sacar las piedras aquí, que ir a buscarlas», contó.
«Si nosotros hoy tenemos esos muros que están ahí, que pertenecen a las paredes de los talleres, es porque había plantas de tacuara de ambos lados que impedían que la gente pudiera sacarlas», aclaró.
En 1972, nivelando el terreno detrás de la parroquia, empezaron a aparecer piezas a las que nadie daba importancia porque era común hallarlas en la zona, pero cuando la máquina levanta una pila bautismal al remover el suelo, el peligro de que pudiera romperse en pedazos, llevó a Margarita Romero de Pech a intervenir.
«Si tenemos el museo más completo en la región con 2.000 piezas catalogadas, es gracias a la tenacidad de ella y la firmeza de estar al frente de todo lo que estaba sucediendo», sostuvo.
INTERÉS ARQUEOLÓGICO
San Carlos es visitado por familias, delegaciones escolares y también arqueólogos que se interesan por las piezas recuperadas, en su mayoría de México.
«Como nosotros estamos dentro del corredor internacional de los 30 pueblos jesuitas, hay historiadores -por ejemplo, en Brasil- que conocen San Carlos, nos llaman y dicen que va llegar un arqueólogo, y nosotros ya lo estamos esperando», comentó Rettori.
«Estamos integrados. Lo que planean en Brasil, nosotros nos enteramos. Lo que nosotros planeamos, se enteran en Brasil y Paraguay», afirmó. Entre las ideas que impulsan en conjunto, mencionaron los «sueños» de una moneda en común, así como el pase libre entre pueblos que forman parte de este corredor trinacional.
EL METEORITO QUE CAYÓ EN CORRIENTES
Los arqueólogos no fueron los únicos interesados en las «piedras» de San Carlos, hay una en especial que atrae a visitantes de los más inesperados.
El meteorito, que se encuentra custodiado en la comisaría, cayó en San Carlos el 27 de mayo de 1978, según el relato de un vecino que lo vio surcar el cielo e impactar en su terreno.
Tuvo que esperar que las llamas se apagaran para ir a explorar el lugar, donde encontró una piedra también rojiza, de 11 kilos. No habría sido la única en caer en el pueblo, pero se desconocería el destino de las otras.
Esta es la última de las «piedras celestiales» que se sumó a la colección de piezas de gran valor que se exponen en San Carlos, custodio resiliente de la historia y memoria del pueblo jesuítico asentado en el lugar.
A CASI 500 AÑOS DE SU FUNDACIÓN
La directora de Turismo, María Rosas Rojas comentó a EL LIBERTADOR que se busca cambiar la fecha de aniversario de la fundación de San Carlos, ya que el 27 de septiembre corresponde a la fecha de la reorganización, en 1877. Su fundación se remontaría al mes de agosto de 1638, por lo que el pueblo cumpliría 500 años en 2031.