Gustavo Valdés y Oscar Herrera Ahuad supieron marcar agenda nacional, en cuanto a sus posicionamientos frente al Gobierno nacional, pero por distintos motivos y con distintos objetivos.
El misionero dio qué hablar por retobarse a la medida de Alberto Fernández, de control de precios. Le dijo al Presidente que no aplicará el programa nacional. Se trata de un cacique comarcal. Para muchos, oportunista, que hará valer sus votos en el Congreso de la Nación hasta que le devuelvan la EBY y le apliquen la zona franca. A cargo de un feudo como los Saá, en San Luis; los Kirchner, en Santa Cruz, y Gildo, en Formosa, que se perpetúan en el poder por sistemas electorales distorsivos como la ley de lemas.
Lo de Valdés es otra historia. Lo hecho por la UCR nacional en las últimas jornadas adquirió otra significación. Hay un antes y después con Manes, donde -en los hechos- Valdés busca ser parte de un proyecto nacional. El triunfo del 29 de agosto lo puso cinco escalones arriba al Gobernador correntino, quien, además, a diferencia de otros referentes radicales como Morales, maneja un fino y aceitado equilibrio entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Un detalle que no puede obviarse. Es más, en el PRO vería, en sus dos vertientes, con muy buenos ojos que el nuevo timonel del Comité Nacional esté maniobrado por Valdés, en desmedro de otros ya críticos con el macrismo.
En este contexto, está claro que lo de Valdés no pasa por la pelea en el barro ni de cabotaje en pos de la reforma constitucional. Apunta más alto y sólo se preocupa de fortalecerse desde lo nacional hacia abajo para sacar un conejo o coneja de la galera, que será quien corra con los colores de Vamos Corrientes en 2025; de hecho, no será Colombi ni ninguno de la vieja guardia radical.
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