Entre aguas brillantes y sapucays que rasgan el aire, nuestra hermosa Corrientes despliega encantos que trascienden la temporada de comparsas. Mientras algunos viajeros solo piensan en plumas y lentejuelas, los lugareños saben que cada rincón de esta tierra guarda historias que merecen contarse cualquier mes del año. Quien busque pasajes a Corrientes desde Buenos Aires encontrará opciones frecuentes que facilitan la conexión con este pedazo de Argentina donde el guaraní todavía resuena.
Iberá, universo acuático
Este laberinto de esteros, segundo humedal más extenso del planeta, parece sacado de algún relato fantástico. Acá los carpinchos se pasean como dueños absolutos entre embalsados flotantes y vegetación que cambia con cada estación.
Navegar esas aguas cristalinas permite toparse con yacarés tomando sol, aves que apenas figuran en los libros y hasta algún esquivo aguará guazú asomándose entre pajonales. Los guías locales —nacidos y criados entre estos humedales— comparten secretos que ninguna guía de viaje alcanza a describir.
Chamamé, pulso vital
Enero trae consigo la explosión del Festival Nacional del Chamamé, pero este ritmo corre por las venas correntinas durante los 365 días. Basta entrar a cualquier almacén de pueblo para encontrar algún guitarrero improvisando acordes, o pescadores tarareando letras ancestrales mientras esperan que pique algo.
En peñas improvisadas, boliches rurales y hasta en modernos espacios urbanos, el sonido del acordeón y el sapucay estallan cuando menos se espera. No hace falta entender cada palabra en guaraní para sentir cómo este ritmo cuenta historias de un pasado que sigue vivo.
Secretos a voces
Lejos del trajín capitalino, Corrientes guarda joyas que brillan con luz propia. El Salto Cachuerita desprende su furia líquida entre la vegetación de Colonia Liebig, mientras el Parque Nacional Mburucuyá fusiona ecosistemas diversos en un solo paisaje donde palmeras, esteros y monte chaqueño conviven en armonía caótica.
La Reserva Rincón Santa María ofrece senderos donde cada curva esconde sorpresas: huellas frescas de animales esquivos, mariposas de colores imposibles y miradores que regalan panorámicas para quedarse sin aliento.
Fe tallada en rojo
Entre cintas coloradas meciéndose al viento, el santuario del Gaucho Gil en Mercedes demuestra cómo la espiritualidad correntina trasciende lo convencional. Mientras, la Basílica de Itatí alza su perfil blanco hacia el cielo, recibiendo peregrinos que llegan susurrando promesas durante cualquier mes del año.
Los lugareños cuentan historias sobre cruces milagrosas, apariciones y santos populares con la misma naturalidad con que hablan del tiempo. Aquí la fe se entrecruza con leyendas que vienen desde mucho antes de que existieran fronteras provinciales.
El desafío dorado
Con ríos generosos bordeando sus límites, Corrientes ofrece escenarios de ensueño para quienes buscan la adrenalina de sentir un dorado tirando del otro lado de la línea. Pescadores experimentados madrugan para encontrar el lugar perfecto en las costas del Paraná, mientras otros prefieren adentrarse en las aguas transparentes del Iberá tras el famoso dorado de lomo negro.
Entre marzo y noviembre, los torneos de pesca reúnen aficionados que comparten historias cada vez más grandes sobre presas que siempre parecen crecer con cada relato.
Más allá de postales turísticas, esta tierra guarda secretos que solo revela a quienes se animan a perderse por sus caminos rojos, preguntar a los lugareños y dejarse llevar por ritmos que vienen desde el fondo de los tiempos.