La mañana del 11 de junio de 1865, la ciudad de Corrientes estaba invadida por paraguayos. En ese entonces la Guerra de la Triple Alianza alcanzaba sus puntos más álgidos y la Capital provincial, sobre el Paraná era un lugar estratégico. Pero ese día, del que hoy hacen 158 años, se desarrolló una batalla sobre el río que quedó marcada a fuego en la historia por dos razones: fue el combate naval más grande América y también el que torció el curso de uno de los conflictos armados más importantes del Sur del continente.
A ese enfrentamiento se lo conoce como la Batalla Naval de Riachuelo y la designación no es una casualidad. Fue en ese brazo afluente del Paraná a la altura de la ciudad de Corrientes donde había anclado la tropa brasileña en un intento por defender y recuperar la Capital. Pero el plan del mariscal Solano López, presidente del Paraguay y líder de su tropa, era emboscarlos.
El paraguayo tenía información de la que flota brasileña estaba anclada en la zona y planificó un ataque sorpresa para devastarla y hacerse del control del Paraná. Para ello había ubicado su propia escuadra, oculta por las barrancas al Norte de la desembocadura del Riachuelo y en los montes, desplegó a casi 1.000 fusileros. El objetivo era que estos, debían atacar a las naves que pretendieran huir de la sorpresa. El plan era casi perfecto, pero la suerte estaba echada en su contra.
El ataque paraguayo, liderado por el comodoro Pedro Ignacio Meza, debió iniciar a la medianoche, pero se retrasó porque una de las naves de la flota, tuvo un desperfecto. La hélice se averió y el capitán decidió tratar de repararla. A consecuencia de esto, partieron de día, cuando ya era posible que los brasileños los vieran sin ser sorprendidos.
El enfrentamiento se inició de inmediato y, aún superados en número, los paraguayos comandados por Meza lideraron la primera parte. Sin embrago, algo cambió y la superioridad de la flota brasileña, al mando del comodoro Pedro Ignacio Meza, comenzó a mostrar su eficacia y dieron el quiebre definitivo al combate.
El historiador Juan Carlos Raffo escribió al respecto: «Meza dio órdenes de retirada. A la 1 de la tarde, el combate había terminado. De las ocho embarcaciones paraguayas, solamente cuatro volvieron a Humaitá (ciudad costera de Paraguay). Las otras fueron hundidas, capturadas o puestas desamparadas en un banco de arena».
IRREPARABLE
El sitio oficial de la Armada Argentina resume el fin de esta batalla de la siguiente manera: «Las consecuencias del combate fueron favorables al Brasil que quedó en posición de bloquear el Paraná, negando al enemigo la remontada hacia el interior de su territorio».
También agregan: «Para el Paraguay significó la pérdida del control del Paraná y sólo pudo operar por tres meses -hasta la llegada del Ejército Argentino a Corrientes- entre Goya, Empedrado y Asunción, apoyando y reforzando las posiciones defensivas paraguayas».
«Los paraguayos fallaron en la tentativa de tener el poder entero del río Paraná de Asunción a Montevideo. Además, no podrían reemplazar las naves perdidas. Mientras que el Brasil agregaba nuevas unidades a la flota», añadió por su parte Raffo.
En cuanto a las pérdidas humanas y materiales, ambos bandos las sufrieron. El dato más cercano apunta que, Paraguay perdió cuatro buques (tres de forma permanente y uno inutilizado temporalmente); cuatro gabarras, tuvo que lamentar la muerte de 400 hombres, 500 heridos y aproximadamente 500 desaparecidos. Los brasileños, en tanto, perdieron: tres buques y lamentó 123 muertos, 130 heridos y 250 desaparecidos.
Este suceso del que hoy se cumple un nuevo aniversario fue paradójico por su magnitud, porque marcó el resultado de una guerra emblemática y porque estuvo signado por el azar. Fue, como se dice, la batalla más grande del continente y el escenario fue un corto tramo de río. El Paraná.
Un gran significado
El enfrentamiento en la costa correntina es uno de los hechos más destacados de la historia del Brasil. De hecho, el vecino país celebra cada 11 de junio el Día de la Marina.
El resultado del combate fue decisivo también para garantizar la victoria del imperio y es por eso que cada año en esta fecha celebran el aniversario de la Batalla Naval de Riachuelo (1865).
«Fue un combate que dejó un legado de actos heroicos de la escuadra comandada por el almirante Francisco Manuel Barroso (1804-1882), quien por su destacada actuación, recibió el título de Barón del Amazonas», destacan en el sitio de la Embajada de Brasil.
Espacios de memoria
Hasta el momento hay dos proyectos presentados que buscan que el espacio en el que se estima ocurrió el enfrentamiento armado hace 158 años, sea recordado para futuras generaciones con un mensaje de hermandad entre los pueblos, para hacer honor a las víctimas.
Uno fue presentado en 2016 por los entonces concejales capitalinos Hugo Calvano y Fabián Nieves. Pretendían erigir un monumento en la zona de Santa Catalina. El otro proyecto, presentado en 2020 en la Legislatura nacional por la senadora Ingrid Jetter, busca que se erija un monumento alusivo por Ruta Nacional Nº 12 al costado de las vías del tren, a la altura del Riachuelo.
Un responsable
Las crónicas de varios historiadores coinciden en que el resultado devastador de esta batalla hizo que el mariscal Francisco Solano López responsabilizara del curso de la guerra al comodoro Pedro Ignacio Meza.
Meza fue herido en batalla, y murió ocho días después en el hospital de Humaitá. López, al enterarse de su muerte, dijo: «Si no hubiera muerto con una bala, debía morir con cuatro», queriendo decir que debería haber sido fusilado como responsable de la derrota; y ordenó que ningún oficial estuviera presente en sus exequias. Tenía porqué estar enojado. El historiador Ramón Tissera dijo acertadamente que Riachuelo, fue «la batalla que cerró la ruta al océano».
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