La semana pasada, en el Concejo Deliberante se instituyó la declaración de Patrimonio Cultural de la ciudad de Corrientes, destinada a destacadas obras materiales e inmateriales de la ciudad. Se hace hincapié en que la Capital sobresale por su rica herencia histórica, cultural y artística, reflejada en su arquitectura, costumbres y expresiones plásticas, que constituyen un valioso legado para las generaciones presentes y futuras.
La ciudad de Corrientes se consolida como un verdadero museo a cielo abierto, donde el arte urbano se convirtió en parte esencial de la identidad local. Cada barrio, cada esquina y cada edificio cuentan una historia en colores, trazos y figuras que reflejan la creatividad y el espíritu de su gente.
En este proceso, los muralistas Pedro Rauber y Adrián Calderón se transformaron en referentes indiscutidos de un movimiento artístico que no deja de crecer.
«Trabajamos junto a las concejales Gabriela Gauna y Sandra Olivera, ambas de la Coalición Cívica ARI, en el proyecto de ordenanza para institucionalizar al muralismo como política cultural», explicó Rauber, al remarcar la importancia de institucionalizar una identidad que ya forma parte del ADN cultural de la Capital correntina.
CAMBIO
Por su parte, Adrián Calderón expresó su orgullo por formar parte de una ciudad que respira arte en cada rincón. «Corrientes, Ciudad de los Murales, creo que lo hacen los artistas correntinos pero también el vecino, en esa participación colectiva que permite que todos podamos consumir arte público. Es increíble ver cómo los barrios cambiaron, cómo el muralismo se transformó en una herramienta de encuentro y de identidad», sostuvo Calderón. Y agregó que «caminar por Corrientes es encontrarse con murales en todos lados, con historias, con memoria y con sueños plasmados en las paredes».
El artista subrayó la importancia de este movimiento cultural que «viene de muchos años atrás, desde los primeros murales en el puente o en la plaza Italia, y que hoy tiene continuidad con una generación entera de artistas urbanos comprometidos con su ciudad».
Ambos muralistas llevan más de 15 años trabajando juntos, compartiendo proyectos y desafíos que van desde la pintura de barrios completos hasta la realización de obras monumentales como el mural de San Martín, una de sus creaciones más recientes y emblemáticas.
«San Martín es nuestra última gran obra»
La obra, realizada en un edificio de gran altura, implicó un complejo trabajo logístico y varios años de planificación. «San Martín es nuestra última gran obra. Nos llevó tres años poder concretarla, buscando el edificio adecuado y consiguiendo los permisos. Fue un desafío enorme, pero lo logramos», recordó el muralista Pedro Rauber.
El dúo artístico también dejó su huella en barrios como Ferré y Don Bosco, donde pintaron decenas de monoblocks transformando visualmente los espacios y generaron un fuerte vínculo con los vecinos. «Hoy los barrios son otros», señalan. «Antes la gente nos veía como grafiteros e incluso en mi primera incursión como muralista terminé en la comisaría. Ahora la Policía se detiene para felicitarnos. Eso muestra cómo cambió la percepción del arte urbano en Corrientes», recordó Rauber entre risas.
La historia de ambos muralistas está atravesada por anécdotas que reflejan esa evolución social y cultural. Desde los primeros murales improvisados que les valieron alguna que otra visita policial, hasta los grandes proyectos actuales apoyados por instituciones y empresas locales, su recorrido es un testimonio vivo del poder transformador del arte público. «Las políticas de Estado son fundamentales para que los artistas y la cultura sigan creciendo. Si esta ordenanza se concreta, será un antes y un después, porque consolidará un movimiento que ya forma parte de la identidad correntina», afirmó Rauber.

