Un grupo de nadadores y kayakistas enfrentó el pánico en medio del Paraná por el paso de una barcaza cuando realizaba una travesía, el sábado último. De todos ellos, la experiencia más aterradora fue la vivida por Claudia Miño, la nadadora que no solo se encontró de frente con la gigantesca estructura, sino que decidió sumergirse para sobrevivir.
En un audio que se viralizó en las últimas horas, Miño relató los instantes que la tuvieron «a punto de morir debajo de la barcaza», una experiencia que ella misma califica como un milagro.
Miño describió una serie de factores que la llevaron al punto de no retorno. Señaló que la visión le fue obstruida por un kayak de apoyo, impidiéndole ver la inminente llegada de la embarcación. Al darse cuenta de que era «demasiado tarde para salir de esa parte,» la barcaza —que según su entendimiento “no debía estar ahí”, ya que la Prefectura había ordenado que no continuara—, la alcanzó.
Frente a la imponente estructura, que habitualmente supera los cien metros de largo, Miño tomó una decisión crítica: “sumergirse”.
«Puse los brazos hacia arriba y ahí como que me succionó hacia abajo», relató, describiendo la fuerza del agua. El peligro era inminente, pues temía un golpe fuerte «en la cara, en la cabeza, por lo menos que me quiebre los brazos».
Miño fue arrastrada hacia abajo, tocando con las manos la base del lanchón. Ella dimensionó la brutalidad del fenómeno: “Son casi 2 metros que se hunde ese planchón, el hundimiento que tiene».
En ese momento de extrema vulnerabilidad, la nadadora aplicó lo aprendido en su entrenamiento: «Casi un minuto estuve abajo. Traté de trabajar la apnea, todo lo que mi profesor me enseñó». El paso de la barcaza fue interminable, un lapso que ella estimó en unos 200 metros que debía aguantar. Bajo la barcaza sentía un «revuelto de agua» y un burbujeo de aire y agua tragada.
El terror fue tal que su único pensamiento consciente fue una súplica: «Dios, si yo me estoy por ahogar ahora, por favor desmayame antes para no tener la sensación de ahogo, porque es horrible».
Un flotador como escudo
Finalmente, Claudia Miño emergió después de que la parte frontal de la barcaza había pasado. Al salir, tardó en subir debido a la profundidad.
Relató que su vida se salvó gracias a su flotador personal, conocido como «torpedo». Al pasar, «el torpedo quedó todo raspado» y se enganchó con parte de sus antiparras y su gorra, desviando el impacto y evitando que se lastimara la cara.
Una vez a salvo, la nadadora quedó sin fuerzas debido al gasto de oxígeno. Ella misma confirmó que fue la Prefectura quien la asistió para subir a la lancha, ya que no podía moverse.
Afortunadamente, sus heridas fueron mínimas: un raspón en los codos, producto de la presión del agua al intentar protegerse, y la pérdida de algunos cabellos.

